Estas creencias e interrogantes pueden afectar la manera en cómo concebimos nuestro propio bienestar y las opciones que tenemos ante un problema de salud; por esta razón, es vital definir claramente el problema.
¿Qué es una enfermedad crónica- degenerativa?
Cuando hablemos de una enfermedad de este tipo nos vamos a referir a aquellos padecimientos que se mantienen a lo largo del tiempo, por lo general, de progresión lenta y que no tienen cura, únicamente se pueden controlar mediante tratamiento médico y la modificación de hábitos. En los últimos años, estas enfermedades han recibido mucha atención por parte de los profesionales de la salud (médicos, nutriólogos, psicólogos, enfermeros, etc.) ya que pueden causar un importante deterioro físico, psicológico y social a quien lo padece, y a sus familiares.
Dentro de las principales enfermedades crónicas-degenerativas podemos mencionar: obesidad, diabetes, hipertensión, cáncer, dolor crónico, enfermedades respiratorias, entre otras. Es importante recordar que cada padecimiento tiene características específicas en relación a los síntomas que presenta y el nivel de incomodidad o molestia que genera.
Y si ya vivo con una enfermedad crónica degenerativa: “¿Qué pienso? ¿qué siento? ¿qué hago?”
Existen diferentes factores que afectan el bienestar psicológico de las personas con enfermedades crónicas, los cuáles interactúan entre sí y se manifiestan de manera distinta en cada caso; dentro de estos podemos mencionar: la severidad de la enfermedad, el tipo de tratamiento, factores individuales (recursos cognitivos, emocionales y conductuales), etapa de la vida en la que se encuentre, contexto sociocultural y redes de apoyo (familia, amigos, área laboral y social).
Las creencias tienen un papel fundamental en el impacto emocional que viven los pacientes, principalmente debido a que la mayoría se encuentran asociadas a la incertidumbre que genera la enfermedad, lo que genera emociones negativas y refuerza el estigma social que acompaña a la mayoría de estos padecimientos. Algunas creencias disfuncionales asociadas con la enfermedad son: tener una percepción desesperanzadora del futuro, miedo al deterioro, concebirse como una carga para los demás y tener preocupaciones existenciales sobre la vida y la muerte.
En México existen ciertas creencias erróneas que mantienen el estigma y los mitos con respecto a determinadas enfermedades crónicas; algunos de los mitos más comunes están relacionados con las causas de la enfermedad (castigo divino, reacciones emocionales intensas), con el pronóstico (tener la expectativa de curación poco realistas) o con el tratamiento (vergüenza de ser señalado, depositar mayor confianza en tratamientos con poco control de calidad o percibirse poco capaz de seguir el tratamiento adecuadamente).
El papel de las emociones en la salud
Como ya mencionamos, las enfermedades crónicas provocan un estado de estrés crónico, derivado de un desequilibrio (físico, social, mental y emocional). Esto normalmente surge debido a varias razones, como: dificultad para aceptar la enfermedad, resistirse al cambio de ciertas conductas que podrían implicar un riesgo para la salud, percibirse poco capaz para seguir el tratamiento o presentar una importante dificultad para manejar el estrés, lo que puede desencadenar problemas más complejos, tales como la depresión y la ansiedad.
Algunos síntomas depresivos son:
Por otro lado, los problemas de ansiedad se pueden manifestar de la siguiente forma:
Una de las causas de este tipo de padecimiento tiene una fuerte relación con los hábitos en nuestro estilo de vida, es decir, con nuestra conducta cotidiana. Por lo que vale la pena preguntarnos: “¿Mi alimentación es la adecuada?, ¿hago ejercicio?, ¿acudo al médico con regularidad?, ¿duermo lo suficiente?, ¿consumo alcohol?, ¿fumo?, ¿qué estoy haciendo para cuidarme y cuidar a las personas que quiero?”
Por esta razón, la conducta es un factor muy importante en el tratamiento de estas enfermedades, ya que puede favorecer o perjudicar nuestra condición de salud. Es decir, si presentamos conductas de riesgo tales como: fumar, consumir bebidas alcohólicas en exceso, llevar un inadecuado plan de alimentación o ser sedentario, la enfermedad puede generar un deterioro mayor y el pronóstico se verá afectado; por otro lado, realizar conductas que favorezcan la salud, tales como hacer ejercicio, llevar una alimentación sana y dormir bien, podría impactar positivamente sobre el pronóstico.
La práctica exitosa de estas conductas depende del desarrollo y mantenimiento de recursos asociados con variables psicológicas y sociales. Aunque modificar hábitos y cambiar nuestro comportamiento no es una tarea sencilla, es posible si se realizan cambios de manera paulatina y constante, comenzando con hacer ajustes desde lo más sencillo hasta la tarea más compleja.
En conclusión, los problemas de salud deben ser atendidos desde distintas perspectivas, de manera que las personas se vean beneficias no sólo en el área física sino también en lo psicológico y social. Por esta razón, solicitar atención psicológica especializada puede beneficiar no sólo en el manejo emocional del paciente sino en la evaluación de las creencias que impiden aceptar la nueva condición de salud, así como para adquirir nuevas estrategias que faciliten ese proceso de adaptación y sirvan de apoyo para mejorar la calidad de vida.
La terapia cognitivo-conductual busca lograr el cambio conductual y la disminución de reacciones emocionales indeseables a través de la modificación de los pensamientos disfuncionales. Este enfoque se caracteriza por ser estructurado y directivo, al establecer metas realistas y alcanzables durante todo el proceso terapéutico, lo cual favorece la modificación de conductas desadaptativas, así como el desarrollo de estrategias de afrontamiento más adecuadas.
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