Lo normal es salir de esos tiempos de forma natural en unas cuantas semanas e incluso un par de meses. Cuando esto no sucede, es posible que enfrentemos un cuadro de distimia.
Se define a la distimia como un trastorno del estado de ánimo, cuyo principal síntoma es una tristeza generalizada, permanente, que puede instaurarse y permanecer periodos de tiempo largos e indeterminados sin una mejoría notable y cuyo único cambio es la evolución a un estado depresivo mayor.
Aunque el origen de la distimia es aún incierto, se estima que en algunos casos es genético (hereditario) y en la mayoría tiene una causa neurológica, es decir, el cerebro no capta el neurotransmisor responsable de la sensación de felicidad y satisfacción (serotonina).
Para saber cuándo se padece distimia es preciso registrar el síntoma principal (que es la tristeza generalizada) y al menos tres de los síntomas que se han enlistado anteriormente.
Aunque la distimia no es un padecimiento tan grave como la depresión, es preciso consultar con un profesional de salud mental (psicólogo, psiquiatra) que pueda emitir o confirmar el diagnóstico mediante técnicas especializadas (como entrevistas, cuestionarios, tests, etc.) y al mismo tiempo iniciar el tratamiento correspondiente que puede o no incluir una interconsulta con un especialista en medicina para que prescriba un tratamiento farmacológico que en muchos casos es fundamental para obtener resultados óptimos y aumenta la efectividad del acompañamiento psicológico o terapia emocional.
Es muy importante reconocer que la distimia, aunque en ocasiones pareciera disminuir en la severidad de los síntomas, no suele desaparecer por sí sola de forma total, por lo que se recomienda realizar la consulta psicológica para el monitoreo de la evolución de la misma con un acompañamiento formal que además brinde la sensación de que la situación es tratable, controlable y sobre todo, que no es forzoso enfrentarlo de manera solitaria, es decir, que se puede contar con alguien que brinde una escucha distinta de la que pueden dar los familiares, amigos o la pareja, quien es en todo caso imprescindible para superar el padecimiento.
El tratamiento integral psicológico incluye además, la recomendación de alguna actividad física que implica la producción de endorfinas, hormonas encargadas de la sensación de alegría y que combaten e inoculan el estrés.
Como conclusión, se puede decir que cuando sospechamos de un cuadro de este tipo, bien sea nuestro, de un hijo, padre, cónyuge o amigo, es necesario solicitar el acompañamiento y la opinión de un profesional. La auto medicación, así como la idea de que la crisis pasará sola, no arrojan resultados de ningún tipo. Por el contrario, el esperar a que se resuelva de manera natural puede agravar el cuadro al nivel de una depresión mayor que incluye ansiedad, síntomas de alteraciones físicas e incluso la ideación suicida.
Para resolver el cuadro de distimia siempre es imprescindible la opinión de algún psicólogo que además nos ayude a encontrar y resolver el origen subjetivo (emocional) y que pueda monitorear los avances o retrocesos del proceso desde una perspectiva siempre encaminada a elevar y mejorar la calidad de vida, lo que en última instancia nos permitirá acceder a la meta común que caracteriza a la humanidad: una vida libre de tristeza, una vida feliz.
FUENTE:
T., R. (2014). National Library of Medicine. Obtenido de: Trastorno depresivo persistente
Autor: Mónica Pérez