Es decir, que cuando tenemos una pareja regularmente le demostramos y recibimos afecto, besos y caricias. También nos sentimos queridos, damos atenciones y las recibimos, nos sentimos comprendidos y correspondidos, nos embarga una sensación de bienestar. Regularmente podemos decir que esto se presenta en la etapa de noviazgo, donde se experimentan una serie de sentimientos nuevos como el amor, ilusión, celos, pero también se presentan la desilusión, tristeza, etc.
Cuando comenzamos una relación regularmente se presenta el enamoramiento, este forma parte del proceso de noviazgo, sin embargo, debe pasar por un proceso de desilusión para que se vaya transformando en un amor maduro, en el que se acepten cualidades y defectos del otro, en toda relación amorosa madura deben quedar algunos remarques de una “idealización normal”, mediante la cual se pueden neutralizar los aspectos negativos de la pareja sin mantenerla con una imagen de absoluta perfección. La pareja sabe que no es una relación perfecta, sino que confía en el amor de la otra persona, en su apoyo, entendimiento y compañía. Plaza (2004).
¿Pero qué pasa cuando han pasado los años y esta relación ya no se siente como antes? ¿El amor se ha acabado? Ya no me trata como antes, se perdió la chispa o las expectativas eran totalmente distintas de como creía la persona. Durante el primer año de matrimonio se presenta lo que se conoce como la fase de la “luna de miel”, así como el proceso de adaptación por parte de ambos, donde la convivencia se vuelve parte de la vida cotidiana ya que no se ven un par de veces a la semana como antes si no todos los días y en ocasiones se cae en la rutina o en la monotonía. Es entonces cuando nos ponemos a pensar “Llevamos un par de años casados, todo cambio desde que trabajamos mucho, ya no somos tan jóvenes, etc.
Sin embargo, pensamos que quizá esto no tenga remedio ¿Pero qué hay de nuestra pareja?, ¿Pensará lo mismo? “No sé, nunca lo hemos hablado” “A lo mejor ya estamos grandecitos para esto”. Estas justificaciones y muchas otras son las que podemos encontrar, no obstante, nuestra pareja puede estar de acuerdo y el hecho de enfrentarnos a esta realidad, a los comentarios de nuestra pareja para hacernos saber que hemos caído en la rutina aunque ya lo sabemos nos puede incomodar o molestar, incluso preferimos hacer caso omiso de esto, distanciarse más o hacerlo por compromiso, ya que no sabemos cómo manejarlo. Esto puede causar conflictos entre la pareja y surgir la frase; “Si lo hago malo y si no lo hago malo”, nos cuesta trabajo entender a nuestra pareja.
Para comenzar, podemos prestar atención a esta situación, también podemos escuchar a nuestra pareja y dialogar, en muchas ocasiones “se oye pero no se escucha a la persona”. Asimismo, tomar en cuenta que el lugar y el momento son factores muy importantes para dialogar, ya que esto puede hacerlo más sencillo o por lo contrario, complicarlo.
Algo importante que hay que saber es, ¿qué se ha intentado y cómo se ha hecho?, ya que esto influye bastante y muchas veces nos desviamos de lo que realmente queremos hacer y no se tiene éxito.
Finalmente, considero que los afectos no desaparecen completamente sino que se transforman, las personas y la pareja evoluciona, el cultivar los afectos para cosecharlos nos da una sensación de bienestar. Si una planta no se riega, no le da aire, luz, ésta no crecerá como nosotros esperamos, no echa raíces, sólo se marchitará y morirá en esa maceta que la sostiene en la que lleva mucho tiempo. Sin embargo, si tiene a su alcance lo que necesita para crecer, echará raíces, por lo tanto necesitará de más cosas como un espacio más grande para ella, más abono, más agua etc. Por lo tanto es importante saber como pareja que es lo que quieren, ambos deben escucharse, esto puede lograrse con ayuda de un especialista de pareja para saber manejar esta situación, tomar conciencia, y entenderse; asimismo salir adelante para convivir en armonía y salir adelante.
BIBLIOGRAFÍA.