Este concepto se dió a conocer con Gardner; sin embargo, ya existían varios estudios previos que hablan sobre los vínculos afectivos entre padres e hijos, además de las conductas alienantes. Dichos estudios fueron hechos por: Bowlby, en 1969; Cassidy, en 1999; Wallerstein, en 1976; y Kelly, en 1980.
Por lo tanto, un niño que no pudiera mantener un vínculo afectivo con alguno de sus progenitores se diagnosticaba con un trastorno de vinculación o alienación. El síndrome de alienación parental, también conocido por sus siglas “SAP” fue mencionado por primera vez por el psiquiatra norteamericano Richard Gardner (1985), que define al síndrome de alienación parental (SAP) como un trastorno que se desarrolla durante la infancia y que surge de la disputa por la custodia de los menores. La primera manifestación que presenta es la campaña de denigración del niño contra uno de sus dos progenitores, a lo cual Gardner mencionó que se trataba de una campaña que no tiene justificación alguna, esto es resultado de la conjugación de una programación (“lavado de cerebro”) de adoctrinamiento parental y de las propias contribuciones del niño para la denigración del padre objetivo.
Es por ello que Richard Gardner, preocupado por el incremento de niños durante los estudios psicológicos para la custodia, manifestaban una campaña de denigración en contra de uno de sus progenitores, llegaban incluso a expresar odio. Gardner comenzó a estudiar dichos síntomas en los niños y fue así como decidió utilizar el término de “Síndrome de Alienación Parental” para referirse a los síntomas que observaba en los niños después de la separación o divorcio, consistentes en la denigración y el rechazo de uno de los padres antes amado. Los niños que padecen este maltrato, llegan a desarrollar un odio patológico e injustificado hacia el progenitor alienado, que tendrá como resultado un devastador desarrollo físico y psicológico.
Afecciones psicológicas en el niño con síndrome de alienación parental
La mayoría de los autores mencionan que un padre alienador, es quien manipula al niño para que exprese rechazo por el progenitor alienado, pero la sintomatología clave para determinar la presencia del trastorno se manifiesta en los niños. La salud psicológica de los niños que tienen padres separados está más asociada con los problemas en casa que con la separación, además, dependerá de la calidad de los lazos afectivos que hay dentro de su núcleo familiar, ya sea antes o después de la separación. Entre los criterios seguidos mayoritariamente por los profesionales en la asignación de la custodia según Elia Ros, Arantza Domingo y Olga Beltrán, se encuentran:
El concepto de que las mujeres son las más adecuadas para el cuidado de los hijos, se mantiene sin apoyo científico, por lo que el género no debería ser un aspecto excluyente. Es bien sabido que cuando hay ausencia de uno de los progenitores se derivan efectos en los hijos, como problemas escolares, sociales y personales, además, ansiedad y depresión. Asimismo, Bisnaire, Firestone y Rynard, refieren que cuando un niño logra mejorar su desempeño tanto escolar, social y personal es gracias a que tiene acceso a ambos padres después de la separación de estos.
Esto puede asociarse a otros trastornos psicopatológicos como el Síndrome de Munchausen, en donde los padres exhiben a su hijo como enfermo, y lo someten con frecuencia a pruebas y tratamientos innecesarios, los cuales, le pueden provocar severas afectaciones a su salud e incluso, la muerte.
Debido a esta situación el niño puede llegar a crecer con pensamientos disfuncionales, que van a afectar en un futuro sus relaciones interpersonales; además, puede desarrollar afecciones psicológicas como depresión crónica, trastornos de identidad, sentimientos de culpabilidad, comportamientos hostiles, falta de organización, etcétera.
Criterios de identificación de un niño alienado:
De igual manera, el perfil del progenitor alienador es el siguiente:
Al pasar de los años se ratifica que la población infantil es la más vulnerable en cuanto a su estabilidad emocional, son víctimas viables de las dinámicas familiares disruptivas, que no sólo quebrantan su niñez, sino que aportan elementos nocivos que entorpecen alcanzar un desarrollo óptimo, los cuales se proyectaran en una vida futura.
La importancia de la Terapia Familiar e Individual es un paso de amor propio y valor, ya que se enfrentará la patología, buscando posibles soluciones para la estabilidad emocional e incluso la extinción de la conducta patológica, este trabajo debe ser guiado por un profesional ya que se rompen resistencias y se trabaja con el estado más vulnerable del niño y/o familia, ampliando el panorama de un ambiente más positivo y estable para el menor, se fomenta la adherencia terapéutica y su importancia, así como sus beneficios.
“Un niño puede enseñarle a un adulto tres cosas:
estar feliz sin ningún motivo, estar siempre ocupado con algo y pedir con todas sus fuerzas lo que desea”.
Paulo Coelho