Lo primero que cruza en mi mente es, ¿qué son los celos?
Hay muchos mitos alrededor de ellos, se llega a pensar que si en una pareja no hay celos, no existe amor o no le importa a su pareja. Lo celos se consideran en ocasiones demostraciones del amor que se tiene la pareja. Pero no es así.
El haber tenido un sentimiento celoso en algún momento de nuestra vida es, por tanto, normal. El problema surge cuando los celos son muy frecuentes, intensos, exagerados y aparecen constantemente sin ningún motivo aparente, pudiendo llegar a ser patológicos. En este caso, los celos provocan un sufrimiento intenso en quien los sufre y también en su pareja, dado que los continuos reproches, discusiones y exigencias terminarán debilitando la relación. Como dice Michel de Montaigne, “Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de alimento y ninguna de remedio”.
Los celos representan una de las emociones más naturales o esenciales y al mismo tiempo, una de las más oscuras, dañinas e incómodas que existen. Cuando hablamos de celos, no estamos hablando de un solo sentimiento. Sino de un conjunto de sentimientos que se combinan como es el miedo, el enojo, la envidia, tristeza.
Por lo anterior podemos decir, que los celos son un conjunto de sentimientos y actitudes, que surgen cuando creemos que podemos perder algo muy importante para nosotros y que lo queremos sólo para nosotros como el amor, imagen social, profesional, poder, atención, reconocimiento, etc.
Si nos enfocamos a la relación de pareja, los celos surgen cuando una persona cree, que su relación está siendo amenazada. Esta amenaza puede ser real o imaginaria y la respuesta de la persona que siente celos puede ser adecuada o inadecuada.
Se sabe que este sentimiento es inherente a la condición humana, ya que en nuestros primeros años de vida, los seres humanos dependemos totalmente de nuestros padres o de aquellas personas que se encargan de nuestro cuidado. Demandamos de ellos constantemente que satisfagan nuestras necesidades de alimentación y protección. De este modo, surge en los bebés un sentimiento de apego hacia su madre, padre o cuidador principal. El temor a perder sus cuidados hace que brote en los niños, de modo natural, una emoción que se manifiesta en forma de ansiedad, y esa es la primera manifestación de lo que posteriormente llamaremos celos. Así, en nuestra infancia, sentimos celos de todo aquello que pueda quitarnos la atención de nuestro cuidador. Por ejemplo, sentimos celos de ese nuevo hermanito que nos quita el protagonismo y que obliga a nuestra madre, padre o cuidador primario a dedicarnos menos tiempo. Asimismo, podemos sentir celos de nuestro padre o incluso del trabajo de nuestra madre que nos aparta de su lado por unas horas al día.
Con el tiempo, esa figura de apego inicial puede ir siendo sustituida por otra en distintos ámbitos. Así, por ejemplo, en la escuela, nos sentimos celosos si otro alumno entretiene a esa maestra que queremos y preferimos, que nos trata muy bien y nos dedica su atención. Luego, otra figura de apego puede tratarse de un amigo, al que consideramos el mejor y que no queremos compartir con nadie, deseando que él nos quiera igual, y también, ser el mejor y único para él. Y así sucesivamente, hasta llegar a aquella persona a la que amamos y que satisface nuestras necesidades afectivas como pareja. De igual modo, es natural sentir ansiedad, tristeza, miedo, enfado si vemos que peligra nuestra relación amorosa y que ya no atraeremos la atención de la persona de la que nos apegamos sentimentalmente. Y, por lo tanto, sentimos perder la seguridad que nos brinda esta relación.
Los celos, al ser una respuesta emocional inherente a la naturaleza de los hombres, tanto en hombres como en mujeres, ocurre de la misma manera porque hay que tener bien en claro, que los celos están ligados a una cuestión muy simple: buscar proteger lo que se quiere.
Bien podríamos decir que nuestros celos, en gran parte, son entonces el resultado de nuestra inseguridad, nuestra poca capacidad para desarrollarnos como individuos independientes, el peso de nuestra calidad como sujetos sociales y en cierta medida, de nuestro profundo egoísmo.
Los celos se convierten en patológicos cuando nos anulan como persona, cuando queremos imponer a nuestra pareja nuestros deseos, cuando surge la violencia o cuando la amenaza de perder a la pareja es infundada. Si la intensidad de esta emoción es tal que no podemos controlarnos, sino que los celos nos dominan por el miedo a sentirnos reemplazados en el corazón de otra persona, entonces tenemos que analizar las causas por la que vivimos esos celos con tal fuerza con el fin de entenderlos y aprender estrategias para manejarlos. Tal vez existan otros miedos, inseguridades u otras circunstancias que potencian nuestros celos hasta hacerlos insufribles para nuestra pareja y para nosotros mismos.
Las características de los celos patológicos es que son muy intensos, frecuentes, duran mucho tiempo, están originados por una situación creada o exagerada por nuestra imaginación, nos afectan física y emocionalmente y/o repercuten en nuestra conducta.
Una, abiertamente, a través de gritos, llanto, amenazas, agresiones, tomando represalias; y dos, de manera encubierta, no se expresan, pero se busca la manera de «desquitarse» o lastimar a la pareja de quién se está celosa. Por ejemplo, haciéndola quedar mal ante otras personas; haciendo, «sin querer», cosas que le molestan, etc.
¿Por qué hay personas que son más celosas que otras, aunque se enfrenten a la misma situación?
Existen diferentes elementos que influyen en nuestra manera de percibir y evaluar los aspectos relacionados con nuestra respuesta de celos:
¿Qué hacer cuando identificamos que somos celosos y que nuestra tendencia a relacionarnos con nuestras pareja es a través de los celos?
A continuación pondré algunos puntos que son importantes para reflexionar y cuestionar sobre uno mismo. Sabemos que la información es importante, pero la acción es determinante.
Por eso es indispensable trabajar en las conductas, hábitos, pensamientos, etc., que necesitamos modificar, o en las situaciones que queremos eliminar de la vida. No es una tarea fácil, por lo que pedir ayuda es una buena opción que puede facilitar un poco más el trabajo.
El primer paso es reconocer que estamos celosos y que existe un problema que necesita resolverse.
El segundo paso es determinar hasta dónde los celos que sentimos están relacionados con una situación real y hasta dónde dependen de nuestras propias características, vivencias, temores, etc.
Si están relacionados con una situación real, comprobemos la veracidad de los datos que tenemos: ¿me estoy basando en algo que vi o en algo que me contaron?
Si es en algo que nos contaron, antes de hacer cualquier otra cosa, debemos hablar con la pareja y preguntarle, pero sin atacarla o insultarla, simplemente para saber qué es lo que pasó.
No trate de tenderle una trampa para ver si se contradice o si la atrapa con una mentira. Con esa actitud sólo va a crear un problema mayor y muy probablemente le va a mentir, no porque le haya sido infiel, sino por evitar problemas.
El tercer paso es mantener las cosas en su perspectiva real. Una sonrisa, un baile, un beso en la mejilla o una mentira, no es lo mismo que ser infiel. La gente puede mentir por muchas razones, que no son justificables, pero eso no significa que la pareja sea infiel.
Cuarto paso. Si se siente celoso con cierta frecuencia o sus celos son muy intensos, revise qué elementos en su personalidad, educación o forma de pensar, pueden estar influyendo es su respuesta emocional, como:
Y por último, tiene que dejar de vivir en el pasado y volver al presente. Pero, sobre todo, evite compararse con alguien más porque solemos ser poco confiables, y nos volvemos nuestros peores verdugos. Nunca piense que no es lo suficientemente bueno, si no, pensará que su novio o novia podría encontrar a alguien mejor que usted, cosa que le pondrá celoso. Deberá creer que es bastante bueno y único.
Recuerde que sólo conseguirá el amor que crea que merece, los celos tienen solución.