Los niños aprenden jugando e interactuando entre ellos y con sus padres; el juguete debe formar un triángulo que fomente la interacción: el muñeco es un osito, la madre lo verbaliza y el bebé lo asimila, tratando de repetirlo o respondiendo. Pero los juguetes que emiten sonidos, luces y voces generan tanta actividad o interés que rompen ese triángulo de aprendizaje, el aparato actúa mientras los padres e hijos solo miran. La diferencia con los juguetes tradicionales es que esos requieren mayor interacción y fomentan un mejor desarrollo.
Si el juguete habla, los niños y padres callan. Padres y madres usan menos palabras, generan menos conversaciones y hay menos repuestas de parte de los niños. Se esperaría que al hacer uso de la tecnología, se simplificara el papel de los padres o que funcionara como una herramienta en el desarrollo de los pequeños, pero dejar todo en manos de la tecnología podría resultar contraproducente.
En cambio, las vocalizaciones espontáneas de los niños, las respuestas y los turnos de conversación entre ambos, son mucho mejor con los juegos sin pilas.
El uso de palabras de contenido específico del juego (animales de la granja, por ejemplo) se reduce a la mitad cuando se usan juguetes electrónicos. «Es sorprendente que los juguetes tradicionales crean una interacción comunicativa de tanta calidad como jugar con los libros.
Igualmente, los juegos físicos y la interacción con otros niños juegan un papel importante en el desarrollo del habla, mucho más que los nuevos aparatos electrónicos que cada vez ocupan un lugar más protagonista en los hogares.
Entablar turnos de conversación durante el juego no solo enseña lenguaje y sienta las bases para la alfabetización; además, ayuda a aprender habilidades sociales, a interpretar roles y a aceptar el papel de los demás, escuchando, a través de la empatía.
Se ha demostrado cómo se reduce la adquisición de vocabulario con juguetes electrónicos. Esos aparatos distraen de tal manera a los más pequeños que cada vez más padres y madres los usan como si fuera una “sonaja” hasta el punto de que los dejan solos para que lo usen y se “entretengan” incluso a edades muy tempranas.
Es importante que los padres entiendan que estos juguetes electrónicos, las aplicaciones y los juegos, incluso los “educativos”, son solamente un entretenimiento para los niños y no una herramienta para su desarrollo.
«Es importante que los niños no se queden atrapados en los juguetes electrónicos o en una aplicación hasta quedarse excluidos de la participación en el mundo real. Las herramientas tecnológicas en lugar de mermar, deben fortalecer el triángulo comunicativo que se forma entre madres, padres y sus hijos y los juegos que les ayudan a desarrollarse”.