En la actualidad, cada vez es más frecuente observar pequeños(as) enojados(as), con conductas desafiantes o con patrones donde no se siguen las reglas o normas sociales en casa, escuela o comunidades donde se desenvuelven, falta de límites o conductas hiperactivas. Estas y otras situaciones constituyen unas de las principales preocupaciones de los padres de familia y profesores, quienes en muchas ocasiones no saben cómo actuar o apoyar a los pequeños(as).
"Nuestra conducta es la única prueba de la sinceridad de nuestro corazón."
Charles Thomson Rees Wilson
Según el psicólogo Alan E. Kadzin (Revista electrónica UNIR), un trastorno de conducta es cuando un niño(a) muestra un patrón de comportamiento inadecuado por largo tiempo y acaba afectando a su desarrollo y funcionamiento en los entornos donde se desenvuelve (familiar, escolar y social).
Algunas investigaciones coinciden en que existen dos principales variables por las cuales los niños presentan alguna dificultad en su conducta:
Psicológicas y psicoafectivas. Los problemas de conducta de un niño implican diferentes emociones, pensamientos y patrones de aprendizaje. En este sentido, los problemas o trastornos de conducta según el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos mentales) son cuatro: Trastorno Negativista Desafiante (el niño presenta comportamientos de enfado e irritabilidad, actitudes desafiantes, discusiones y reto a la autoridad), Trastorno Explosivo Intermitente (conductas impulsivas, berrinches, arrebatos con daños o lesiones a materiales o personas), TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad en donde los niños presentan dificultades en la atención y exceso de actividad); y por último, el Trastorno de la conducta (niños con comportamientos antisociales como conductas agresivas, acoso, tendencia a mentir, incumplimiento a normas sociales).
Asimismo, aspectos como el auto concepto y la vinculación afectiva con sus progenitores y las personas con quienes convive, rompimiento de lazos afectivos entre familiares (separaciones o cambios en la estructura familiar) son factores fundamentales en la presencia de conductas disruptivas, puesto que muchas de estas conductas son consecuencia de una búsqueda de atención por parte de los niños.
Factores socioculturales. Contexto social y características familiares. Uno de los factores que más influyen en la conducta de los niños es el contexto en el que se desarrollan, en dónde establece sus principales vínculos, es decir, el desarrollo y comportamiento del niño es fruto de la interacción que tiene con el ambiente, a través de la influencia que tiene de su entorno familiar y sociocultural, en donde aprende y reproduce pautas conductuales inadecuadas o problemas de habilidades sociales.
Pero, ¿cómo podemos ayudar a nuestros pequeños(as) para controlar y/o modificar estas conductas?
Es importante resaltar que todos los niños(as) son diferentes, por lo que es importante conocer a nuestros pequeños(as), y poder establecer y aplicar las estrategias que más se adapten a sus características y niveles de respuesta.
Identificar cuál es la variable que detona las conductas disruptivas, es decir, identificar cuáles son aquellas situaciones a las que se enfrenta el pequeño(a), las cuales provocan que se presenten situaciones de berrinche, enojo, agresividad, hiperactividad o reto a la autoridad, para poder identificar una estrategia adecuada.
Según la Teoría de la Coacción de Patterson —donde se establece un problema de conducta desde una perspectiva de aprendizaje social—, se remarca que son distintos aspectos que, dentro de la crianza, los padres de familia o encargados de la educación de los niños(as) deben evitar para no reforzar de manera negativa las conductas inadecuadas, entre las que se resaltan:
– Evitar el reforzamiento negativo, por ejemplo, evitar ceder ante un berrinche o rabieta, pues esto aumentará la posibilidad de que pueda repetirse.
– Evitar los castigos, pues en muchas ocasiones, estos no reducen las conductas inadecuadas, sino al contrario, aumentan ante la frustración y enojo.
– Aumentar la supervisión. Dar tiempo de calidad a los pequeños(as) y tener la supervisión adecuada.
Establecer límites claros y adecuados a la edad de los pequeños(as). Estos deben ser coherentes y explicados con sencillez para que los niños(as) puedan entenderlos.
Escucha atenta. Hacer sentir a los niños(as) que es importante lo que piensan y dicen, que se sientan escuchados fomentando buenos comportamientos y desalentando las conductas inadecuadas.
Convivir con los pequeños(as) a partir de una construcción de confianza y reconocimiento, haciéndoles saber cuándo su conducta es adecuada, elogiando sus aciertos. Además, construir aprendizajes a través del ejemplo, usando un lenguaje positivo y una disciplina coherente; establecer acuerdos que todos los miembros de la familia o el entorno donde se desenvuelve, sigan.
Definir metas a corto plazo.
Asignar tareas apropiadas para la edad del pequeño(a), dando instrucciones sencillas y ordenadas que le impliquen focalizar su atención.
Mantener al pequeño(a) en movimiento, jugando, cantando y moviéndose con él(ella) a través de cantos y juegos en los que se le ponga a repetir de manera oral los movimientos que va realizando. Este tipo de actividades le permitirá fortalecer el respeto a las reglas y mejorar la tolerancia a la frustración, además de estimular la conciencia corporal, la atención y el seguimiento de instrucciones.
Realizar actividades de relajación. Estas actividades permitirán al niño(a) reducir la tensión, entrar en contacto con su respiración e identificar sus emociones. Pueden realizar actividades al aire libre donde tengan contacto con la naturaleza (escuchar, sentir y ver), actividades donde identifiquen las emociones que sienten en ciertas situaciones.
Finalmente, se debe considerar que, dentro del desarrollo evolutivo, hay etapas de los niños(as) en donde es “normal” que presenten algunas conductas inadecuadas: como un berrinche por no obtener el dulce o el juguete que quería, enojo o frustración como una forma de adaptación al entorno y las normas sociales. Sin embargo, si estas se presentan frecuentemente o con una magnitud cada vez mayor, es importante acudir a un especialista para poder recibir una atención pertinente. En CAPI podrás encontrar especialistas en Psicología y Pedagogía capacitados para poder orientarte y brindarte las mejores herramientas.
Espacialista en en terpia de lenguaje y aprendizaje en niños, adolescentes, adultos y adultos mayores
Cédula Profesional 5985109
Licenciada en Pedagogía con título otorgado por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Es Licenciada en Pedagogía en el área de Psicopedagogía por la Universidad Autónoma de México (UNAM). Pasante de la Maestría en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Terapeuta de Lenguaje y aprendizaje con 12 años de experiencia, actualmente trabajando como Terapeuta de Lenguaje y Aprendizaje Individual y en la Secretaría de Educación P´blica (SEP).
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