Para Winnicott, uno de los pioneros en la psicoterapia infantil el juego es la actividad que salva a los niños de la psicopatología, ya que resulta ser una “zona intermedia” entre su mundo interno y el externo, de tal manera que los ayuda a regular sus emociones y pensamientos por medio de la expresión simbólica, es el equivalente a las actividades artísticas y espirituales en el adulto: nos salva de los extremos psicóticos y neuróticos.
El juego cuenta además con poderes terapéuticos muy amplios, que van desde la regulación de emociones, hasta las habilidades sociales, pasando por el desarrollo motor y cognitivo. Además, cada etapa del desarollo está marcada por un tipo de juego que es indicador de logros en la maduración.
Juego sensoriomotor: A partir del nacimiento el bebé empieza a explorar su cuerpo y luego el mundo a través de su cuerpo, experimenta todo tipo de sensaciones por medio de sus sentidos y repite una y otra vez las que le son más placenteras.
Juego simbólico: A partir de que se adquiere el lenguaje, el infante empieza a conceptualizar todo el mundo que lo rodea, y desarrolla la capacidad de pensar en lo que hizo antes o planear lo que hará después, la imaginación se desarrolla ampliamente y con ello la capacidad de jugar “como si”: como si comiera, como si durmiera, cómo si el muñeco hablara, etc. Además de desarrollar juegos de rol que le permiten explorar experiencias e ir eligiendo y recreando aspectos de su identidad.
Juego de reglas: a partir de los 7 años la socialización con otros niños de su edad es un factor primordial para los pequeños, y el ir aprendiendo, poniendo en práctica y respetando las reglas de juego se vuelve crucial en la convivencia, de esta manera, se ve beneficiada la regulación emocional, la tolerancia a la frustración, la espera por la gratificación, la capacidad de comunicación y de negociación, entre otras muchas habilidades para la vida.
En la psicoterapia infantil se utiliza el juego diagnóstico para observar las capacidades y preferencias lúdicas del niño atendido, y se denomina juego patológico cuando existe ausencia de disfrute y placer al jugar, cuando se repiten compulsivamente temas traumáticos en el juego o cuando se muestra preferencia por juegos demasiado primitivos para la edad del niño, finalmente, la ausencia del juego en sí misma se considera una señal de alerta en la mayoría de las etapas de la infancia.
Al jugar en terapia, el niño tiene oportunidad de explorar emociones, roles, someter a prueba la realidad, liberar emociones, todo en un ambiente predispuesto para la aceptación del juego que el menor decida diseñar, de esta manera se elaboran conflictos emocionales, lo que deriva en la disminución de síntomas de ansiedad, depresión o estrés infantil y ayuda en gran medida sea cual sea el motivo de consulta.
En casa, recomienda brindar un tiempo de juego de al menos 20 minutos diariamente, en muchos casos los padres suelen tener dificultades de tiempo o disposición para tener con sus hijos una nutritiva sesión de juego, sin embargo, es realmente la actividad más benéfica para el fortalecimiento del vínculo, el desarrollo de una autoestima fuerte en el niño y además, es la manera más efectiva de transmitir los valores más importantes para ti.