Las pérdidas son inevitables, pero necesarias para vivir y crecer. Psicologos CDMX

Las pérdidas son inevitables, pero necesarias para vivir y crecer

abril 3, 2019
¿Qué es una perdida? y ¿Cómo sabemos que perdemos algo?

De inicio, es importante saber que es muy natural en el ser humano tener la sensación de posesión o pertenencia, tanto de objetos como de personas. Por ejemplo, cuando nos referimos a “mi coche”, “mi casa”, “mi dinero”, “mi trabajo”, “mi pareja”, “mi hijo”, “mis papás”, etc., siempre hacemos referencia a personas o cosas que nos pertenecen, y desarrollamos un apego que no necesariamente es dañino. De ahí que cuando un objeto o persona ya no está en nuestras vidas o nuestra rutina, tenemos la sensación de pérdida.

Las pérdidas sacuden nuestro mundo, alteran nuestra rutina, cambian nuestro orden, básicamente la cotidianidad de nuestra vida. Debido a que la pérdida desajusta ese orden, nos puede llegar a generar una sensación de «no control» en nuestras vidas y emociones.

Básicamente, cualquier cambio implica una pérdida. Lo que es un hecho, es que lo único constante en esta vida es el cambio.

En la medida que aceptamos este hecho, la vida nos llega a parecer más sencilla, fluimos con ella y encontramos bienestar.

También puede considerarse natural el miedo o temor a las pérdidas. Pues, como lo comenté en un principio, tenemos la ilusión de poseer las cosas y nos resulta desagradable la idea de perder lo que tenemos. Sin embargo, a pesar del estrés y el dolor que genera la pérdida, también es una gran fuente de enseñanza. Detrás de todo ese dolor, preocupación y sufrimiento, está la oportunidad de crecer y aprender. Día a día nos enfrentamos a pérdidas, tanto pequeñas como muy significativas. Entonces podemos suponer, que cada día es una posibilidad de aprender, madurar y ser más sabios. Como decía el filósofo Nietzsche: «Las cosas más grandiosas, deben llevar máscaras monstruosas, para quedar grabadas en los corazones de los hombres», porque no hay pérdida sin ganancias, y eso es un hecho.

Muchos de mis pacientes han llegado con la idea de que los cambios o pérdidas que ha sufrido a lo largo su vida, solo les han traído sufrimiento. No obstante, haciendo una revisión profunda y objetiva en sus historias, llegan a la conclusión de que obtuvieron alguna ganancia que no hubiesen tenido, sin antes haber tenido esa pérdida. Es decir, la mayor parte de las veces, la pérdida es la leña para mantener y hacer más grande el fuego de la sabiduría y el aprendizaje.

Pero, cuando hablamos de pérdidas, ¿nos referimos únicamente a la muerte o a las pérdidas materiales? En realidad, existen varios tipos de pérdidas, como:

Pérdida de la salud. Se refiere a cuando perdemos la salud a causa alguna enfermedad, que puede ser grave (como algo terminal o crónico degenerativo) o simplemente alguna dolencia que puede ser tratada y curada, pero que ya no nos permite continuar con nuestras actividades rutinarias.

Pérdidas corporales. Tiene que ver con la pérdida de algún miembro o extremidad que fue amputado, ya sea por cuestiones médicas o accidentales. Se da entonces el sentimiento de pérdida incluso con partes de nuestro cuerpo.

Pérdida por divorcio y separación. En este tipo de situaciones, la persona que concluye una relación de pareja también atraviesa por este sentimiento de pérdida y cambio en su rutina. Este tipo de pérdida puede ser de las más difíciles, excepto por la muerte.

Pérdida de trabajo. El trabajo es uno de los ámbitos de nuestra vida que nos llega a definir y nos permite tener esa sensación de productividad y tener bienes materiales. El cambio que se produce por este tipo de pérdida es muy grande y altera casi en su totalidad la dinámica y rutina que consideramos establecida y segura.

La pérdida de bienes. Perder aquello que consideramos que nos pertenece porque luchamos y trabajamos por ello, es una situación muy difícil de elaborar, pero no imposible. Los bienes también forman parte de nuestra seguridad e identidad y estilo y calidad de vida. Perderlo significaría perder esa calidad de vida a la cual uno llega a acostumbrarse.

Pérdida de la libertad. La libertad es la condición más preciada para una persona, pues sin ella, nos sería imposible ir en busca de aquello que nos hace felices y nos da paz mental y emocional. Es muy importante tomar en cuenta que incluye el encarcelamiento, y en otras ocasiones, situaciones de secuestro dónde las personas quedan privadas de poder hacer y actuar libremente.

Pérdida del sentido de vida. Esto puede generar problemas de depresión e ideas de suicidio, ya que no se encuentra un motivo fuerte, firme y claro del porqué vivir y cuál es el propósito en la vida. Es importante y urgente que las personas que tengan esta sensación asistan a terapia para prevenir situaciones que puedan poner en riesgo su integridad física y emocional, hasta el punto de la muerte, así como tener la oportunidad de ser escuchados sin ser juzgados.

Pérdida de la paz interior. Esta situación es muy habitual, sobretodo si estamos en un estilo de vida o cotidianidad que no nos es grato, que nos cansa y llega a estresarnos, o cuando ha sucedido un cambio muy inesperado en nuestra rutina.

Pérdida por muerte. Por último, la pérdida más grande que puede llegar a padecer un ser humano es precisamente la pérdida de un ser querido por muerte. Este tipo de procesos, donde la persona entra en duelo, suelen ser muy complicados y difíciles de atravesar. En este tipo de casos también es importante que la persona que ha perdido a su ser querido por muerte (pareja, papá, mamá, hermanos, abuelitos o hijos, etc.) acudan a terapia para tener un acompañamiento tanatológico adecuado para sanar esas heridas que dejan este tipo de pérdidas, y llegar finalmente a la aceptación y sean resilientes.

«Las pérdidas son necesarias para vivir y crecer».

Las pérdidas, como lo mencioné antes, no vienen solas, siempre habrá una ganancia. Por ejemplo, hablando de la pérdida de un hijo por cuestiones del ciclo vital, es decir, cuando pasa de hijo de familia a casarse y hacer su propia familia; uno puede sentir que lo «perdió», ya que, como papás, suponíamos que vivirían de forma permanente en casa. Pero, para que un hijo madure tendrá que dejar ciertas comodidades y salir al mundo a enfrentársele con las herramientas que como padres les habremos dado. Tal vez, perdiste la presencia constante de tu hijo en casa, pero ambos habrán ganado el orgullo y satisfacción de saber que él puede desarrollarse personal y profesionalmente, que puede ser autosuficiente, independiente y con capacidad de afrontar los obstáculos de la vida.

Otro ejemplo es cuando pierdes un trabajo, y eso te da la oportunidad de tener nuevos proyectos y formarte nuevos caminos en la vida. También, cuando perdemos a nuestros padres, tenemos la ganancia de crecer con autosuficiencia e independencia, y continuar su legado; además de la fortaleza de afrontar los retos que la vida nos presenta. Perder a tu pareja te da la oportunidad de reencontrarte contigo mismo, tener la oportunidad de hacer planes nuevos en un futuro contigo mismo.

Aunque parece que hemos perdido algo, en realidad, hemos ganado mucho evolucionando con nuestro entorno. Insisto, no hay pérdidas sin ganancias.

Para finalizar, quiero dejarte una frase de Judith Viorst:

«Toda pérdida tiene una ganancia… Mi primera pérdida fue salir del confort de mi útero, pero gané mi ser».

CAPI. Clínica de Atención Psicológica Integral

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