Se trata de un concepto muy complejo, formado por numerosas capacidades, como la autoestima, la motivación para hacer las cosas, un pensamiento positivo, el control de los propios impulsos, las habilidades de comunicación, la autonomía o la capacidad de solucionar los conflictos que se nos presentan cada día.
Los componentes de la inteligencia emocional se han agrupado bajo dos puntos de vista: el personal y el social. Al hacer referencia al punto de vista personal, nos referimos al desarrollo de las capacidades que dependen de uno mismo y que influyen de forma significativa en la inteligencia emocional. El componente social alude al entorno, a las capacidades que tienen que ver con la persona en su relación con los demás.
A continuación se definirán los conceptos referentes al desarrollo personal y en el entorno, comenzando por los factores del desarrollo personal.
Como su nombre lo indica, consiste en conocernos a nosotros mismos, saber quiénes somos a diferencia del resto de las personas, darnos cuenta de que sentimos en cada una de las situaciones en las que nos encontramos y nuestras reacciones habituales. El conocimiento y la aceptación de uno mismo constituyen los pilares fundamentales de la inteligencia emocional.
Es una necesidad que lleva a la persona a actuar. Puede ser interna –la capacidad de motivarnos a nosotros mismos o automotivación- y externa – cuando lo que nos lleva a actuar no proviene de nosotros, sino de algo exterior-. La motivación, por tanto, es aquella predisposición que dirige el comportamiento hacia lo deseado. La base de la motivación es el deseo, es decir, la obtención de lo que se quiere es importante para alcanzar la felicidad.
Depende fundamentalmente del concepto que la persona tiene de sí misma, pero también de lo que el ambiente y las personas con las que se relaciona le transmiten, es decir, de lo que los demás piensan y esperan de él.
También es conocido como optimismo, es la capacidad para ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío. Los acontecimientos siempre tienen un lado positivo y un lado negativo, todo depende del cristal con que se miren. Ver los positivo, pese a los obstáculos y dificultades de las situaciones, y esperar el mejor resultado posible es fundamental para el éxito. Por el contrario, cuando una persona tiende a lamentarse de los errores y atribuirlos a importantes fallas, que se repiten de forma constante y de los que es responsable, entonces hablamos de pesimismo.
Cuando hablamos de este concepto, nos referimos a manejar nuestras reacciones ante diferentes emociones, es decir, a controlar o canalizar la agresividad o ansiedad. Esto no significa que debamos reprimir las emociones, sino dominar o modificar algunas cuando no son apropiadas para la situación. Por ejemplo, no es conveniente expresar excesiva alegría ante los demás si se encuentran en un momento de tristeza.
En cuanto al desarrollo en el entorno encontramos los siguientes conceptos:
Ahora bien, no se puede hablar de inteligencia emocional, si no se habla de las emociones, las cuales se dividen en básicas y secundarias, las cuales tienen una función que de excitación o perturbación que predispone a una determinada respuesta.
Dentro de las emociones básicas encontramos las siguientes:
Mientras que en las emociones secundarias podemos observar las siguientes:
Daniel Goleman nos dice que hay actitudes que se dan en personas emocionalmente inteligentes, tales como automitivación, expresar, conocer y reconocer emociones nuestras y de los demás, perseverancia a pesar de las dificultades, tener autocontrol ante impulsos, así como tener empatía y comprensión ante las necesidades de los otros. En CAPI te podemos orientar y proporcionar las herramientas para desarrollar tu inteligencia emocional y a entender por cuál emoción estás pasando y el porqué de esa emoción, así como la regulación de éstas.
Bibliografía: