En este sentido, procrastinar se precisa como un problema de autorregulación y de organización del tiempo. Algunas personas lo definen como el resultado de escuchar al cerebro emocional y no al cerebro racional, es decir, dejamos de hacer lo que debemos por lo que queremos.
El no hacer lo que se tiene que hacer, no es algo negociable en muchas ocasiones, y menos bien visto, pues cuando procrastinamos no nos damos cuenta hasta que ha pasado durante varias ocasiones, sin embargo, siempre tenemos en mente que necesitamos hacer la tarea que estamos dejando de lado, en otras palabras, somos conscientes que lo dejamos pero no podemos parar.
Dentro del consultorio, cuando llega alguna persona que se ha dado cuenta que procrastina alguna actividad, regularmente lo hace porque no le gusta, no lo considera bueno, y por lo tanto atrasa lo más posible la actividad hasta el grado que puede meterse en conflictos, si es algo escolar o laboral.
Hay algunas diferencias en cómo es que uno va procrastinando, por ejemplo, hay quien deja al final una tarea hasta que ya no tiene opción y busca algo así como un empujón muy intenso para realizarlo; y es cuando escuchamos: “Yo trabajo mejor bajo presión”.
En otras ocasiones, uno va involucrando sentimientos como el miedo a equivocarse y evitamos lo más posible lidiar con las consecuencias de la tarea a realizar, por lo que no se ejecuta.
Te voy a dejar algunos puntos para que puedas notar cuando estás procrastinando alguna tarea, y que te ayudarán a no desinteresarte en el proceso:
Es muy interesante escuchar como procrastinar en múltiples ocasiones está relacionado con ser “flojo” o con el “no te interesa” y esto hace que se vea como una conducta negativa que debe ser eliminada de tu forma de ir funcionando.
Cuando uno procrastina, por lo general se descubre pensando que no está haciendo lo que piensa que debería estar haciendo y que lo está reemplazando por algo que sí nos gusta, pero siempre deja un sabor de boca amargo, pues no nos deja felices incluso si lo sustituimos por algo que nos gusta mucho, pues trae esa pesadez del: “debería estar haciendo tal o cual cosa, en lugar de esto”.
Algunas personas coinciden en que si hallamos lo benevolente a procrastinar, ello nos podría ayudar a ser más productivos, por ejemplo:
A veces mis consultantes me hacen preguntas muy específicas sobre cómo evitar procrastinar. Y creo que no se trata de dejar de hacerlo o evitarlo, sino encontrar el equilibrio de: ¿qué estoy ganando? o ¿para qué estoy cambiando esta actividad que estoy dejando al final? Mientras haces esta reflexión, te darás cuenta que habrías avanzado mucho más en realizarlo que en intentar saber porque no lo haces.
En algunas ocasiones encontrar por qué no lo estás haciendo, no te deja una respuesta que te convenza del todo, pues seguramente tiene que ver con algo a lo que te resistes, sin embargo, si solo te preguntas para qué estoy haciendo esto en lugar de lo otro, hallarás algo que puede ayudar a equilibrarlo.