Si bien nos han subrayado la importancia que las redes sociales en internet tienen en la comunicación a distancia, así como la cercanía y rapidez con la que podemos obtener cualquier tipo de información; nos hemos percatado de lo absorbentes que pueden llegar a ser las horas que pasamos en internet. Partiendo de esta premisa me gustaría argumentar que todas las redes sociales siguen generando un patrón y un consumo predictivo, ya que su naturaleza es justamente captar la mayor atención durante el mayor tiempo posible y así ser rentables.
En la actualidad cualquier grupo puede ser creado para generar lazos de interés común, y la facilidad con que pueden crearse estos grupos y/o suscribirse es grande, lo que puede desatar una interacción indiscriminada, no controlada o supervisada, que dota al usuario de una infinidad de placeres mientras interactúa con estas.
Podríamos hablar de factores importantes de riesgo para alentar conductas adictivas al internet y las redes sociales, si consideramos como aspectos negativos que el internet y las redes son enemigos de la productividad por el número de horas que puede llegar a permanecer un adolescente en ellas sin darse cuenta; y por lo tanto, estas redes sociales pueden convertirse en ladrones del tiempo de un adolescente que no cuenta con supervisión, comunicación familiar, orientación del uso adecuado de las tecnologías y que adicionalmente posee todo tipo de dispositivos para facilitar su conexión.
Algunos investigadores afirman que el uso de las redes sociales no conduce a —o no se tienen estudios que demuestren— un diagnóstico de conducta adictiva (Fernández S. Néstor, 2013), ya que por falta de honestidad o aceptación de los hechos por parte de los usuarios no se cuenta con bases sólidas para afirmarlo. Sin embargo, podemos encontrar en el mundo métodos de intervención y/o abstinencia para las conductas adictivas al internet y las redes sociales.
Infiero que dado el proceso cerebral de retribución que el uso de las redes sociales tiene en los jóvenes, puede generar conductas adictivas, sobre todo en la adolescencia, ya que son sujetos vulnerables por excelencia.
Cada vez que un contenido es compartido (una foto, video, meme o cualquier otra información) el usuario espera una aprobación; dicha respuesta genera una liberación de dopamina en el cerebro del adolescente; el cual se traduce en un estado momentáneo de felicidad sin esfuerzo (como el que podría requerir hacer ejercicio). Si ponemos esto en perspectiva, el consumo de drogas genera el mismo efecto dopaminérgico, y esto claramente es una liberación de autoestima.
Generalmente, el contenido publicado en las redes es falseado o bien, se busca aparentar bienestar, felicidad e incluso riqueza; lo que crea más factores de riesgo o precipitantes para aquellas personas con carencias afectivas y de autoestima; pues buscan en las redes sociales una falsa adulación con base en una proyección que en su mayoría no es real, ya que solo buscan llenar un vacío, lo cual, al traducirse en estados momentáneos de felicidad crea o genera un círculo vicioso donde este estado quiere repetirse una y otra vez con el menor esfuerzo posible, como se muestra en seguida:
Para algunos esto podría ser “normal” para otros “anormal”, sin embargo, difiero con ambos criterios para determinar qué es y no es “normal”. Si bien el material de estudio nos introduce que para definir cualquiera de los conceptos es importante determinar el contexto en el cual se aplica, infiero que aun así los conceptos podrían incluso desvirtuarse a la razón y/o interés de particulares; ya que usualmente se refiere al criterio relativo del número o de la frecuencia de uso de la situación en la vida de las personas que se cuestiona, por lo que la llamada “normalidad” siempre será cambiante y relativa, ya sea al tiempo, al criterio a las costumbres e incluso al interés de una mayoría, por lo que conjeturo que el uso de la tecnología y redes sociales no debe señalarse a través de una conducta o psicología anormal.
Sin embargo, si hablamos de que el elemento en cuestión provoca estados de infelicidad, un desequilibrio de prácticas atípicas, disfunción del comportamiento como conductas de riesgo para el mismo adolescente u otras personas, estamos hablando de un disfuncionamiento del adolescente para adaptarse y vivir en su medio; y es ahí donde podríamos hablar de trastornos de la conducta o psicológicos, los cuales pueden ser causados por el uso excesivo de las redes sociales.
Deduzco que la regulación emocional junto con una adecuada comunicación y generación de confianza e interés entre el adolescente y las redes de apoyo (familia, escuela y padres o tutores) puede generar un cambio importante en la predisposición a la adicción del internet y las redes sociales; ya que la falta o inadecuada práctica de estas tres herramientas puede orillar y exponer al adolescente a refugiarse en el internet y las redes sociales, ya que ahí encuentra esa falsa adulación o falsa empatía y por lo tanto, se aísla del contacto real, y genera así una adicción al internet.
mental para así poder trabajar con el autoconocimiento, y con ello la regulación de las emociones, con el objeto de que aquellos temas emocionales no resueltos no se conviertan en cargas de desgaste psíquico que impida la comunicación y confianza con las redes de apoyo del adolescente.
Recuerda que en CAPI contamos con especialistas que pueden acompañarte en este proceso de identificar aquellos tópicos que generan una carga, abordarlos y aligerar ese peso que hoy te hace modificar tu calidad de vida. No dudes en pedir ayuda.