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En estas situaciones, volver a comenzar no siempre es fácil, se experimentan momentos de dolor, enojo, tristeza, negación, frustración, sensación de no poder continuar, asimilación y aceptación; en distinto orden y en distinta intensidad según cada persona.
A veces, los cambios también son buscados o elegidos, y de igual forma, hay altibajos emocionales y mentales, sólo que a veces la expresión de éstos son menos permitidos, porque se supondría que al ser un cambio elegido, se asumen las consecuencias y con ellas, las emociones que genera, sin embargo, eso es imposible.
El elemento implícito de los cambios inesperados y elegidos, es el cierre, el final. Ciclos, capítulos o puertas (no importa la forma en que se llamen) tienen su final, y la vida está llena de finales e inicios que, en la mayoría de los casos, son imposibles de evitar.
Un nuevo trabajo, una mudanza, el fin de una relación, son situaciones que requieren cerrar ciclos y abrir nuevos caminos. A veces, vamos un poco desconectados y nos quedamos atorados en la experiencia anterior cuando ya estamos en la siguiente, o viceversa, tan deprisa queremos estar en la etapa siguiente. Algo así como si al salir de casa, cerráramos con llave estando aún dentro, quedándonos atrapados; o viceversa, que salimos tan de prisa que dejamos la puerta abierta… así pasa con los cambios. Pocas veces nos detenemos a mirar lo que ocurrió, lo que dejamos, lo que termina, tampoco miramos el aprendizaje que nos llevamos y tampoco vemos lo que vien: la siguiente etapa.
Esto ocurre porque lo nuevo, lo diferente, asusta, da miedo, atemoriza y muchas veces se cree que es mejor quedarse donde ya se conoce, y aparecen ideas como: “Nunca tendré algo igual”, “Me quedaré solo”, “ Mejor no lo hago” “Si me equivoco, me van a dejar de querer”, entre otras.
En otras ocasiones, una parte del ser supone que salir corriendo es la forma más fácil. Más fácil para no mirar que lo que se deja, lo que duele, lo que alegra, lo que entristece. A veces, estamos tan enojados que es mejor irse de prisa.
No obstante, si algo es real en la vida es el cambio y, si bien lo desconocido asusta, aprender a cerrar las etapas y empezar las nuevas sin apego al pasado, es una de las claves para estar tranquilo.
No se trata de desprenderse de todo, se trata de separarse sin dolor, se trata de poder mirar la situación: relación de pareja, el trabajo, la casa, la terapia, las amistades, salud, etc., y poder reconocer lo que nos brindó, lo que recibimos, eso incluye lo que nos gustó y no nos gustó, y traducirlo a un aprendizaje. U aprendizaje se con nosotros para que podamos dejar atrás lo demás.
Mantenernos anclados a tiempos felices que ya no existen, no permitirá disfrutar del momento que se vive en el presente. Mantenernos anclados a situaciones desagradables nos generará sufrimiento y no podremos disfrutar el día a día.
Los cambios en este sentido, también son una oportunidad para fortalecer una actitud abierta a lo nuevo, adaptarse y crecer.
Le invito a cerrar puertas, ciclos, historias y amores que tienen que ver con cambios no elegidos. Le invito a relacionarse de forma diferente con los cambios en su vida para que se sienta libre, tranquilo y sin ataduras; para lograrlo una buena opción es iniciar un proceso terapéutico.
Licenciada en Pedagogía con título otorgado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es Licenciada en Pedagogía en el área de Psicopedagogía por la Universidad Autónoma de México (UNAM). Pasante de la Maestría en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Terapeuta de Lenguaje y aprendizaje con 12 años de experiencia, actualmente trabajando como Terapeuta de Lenguaje y Aprendizaje Individual y en la Secretaría de Educación P´blica (SEP).
