La conformación de la pareja es un proceso gradual o abrupto de acuerdo con la sociedad con la que se esté vinculado. Por ejemplo, el noviazgo entre los occidentales es un ritual que comienza comúnmente en el período de la adolescencia entre los 16 y 18 años, considerando las prácticas sexuales como parte del él, aunque las creencias religiosas, la educación recibida, el grupo de pares y las dificultades que los individuos presenten, puedan retardar o adelantar el inicio de la sexualidad. Aún con ello, los vínculos de intimidad como la confianza, el tiempo de convivencia y el amor que se brinda a la persona con la que se forma la pareja, difieren totalmente de las relaciones de amistad y fraternidad.
El consentimiento acerca de relacionarse con varias personas antes del matrimonio es prácticamente un privilegio de esta cultura, a diferencia de la oriental, en la cual, el matrimonio es un acuerdo entre los padres de los futuros esposos por conveniencias entre familias, derivadas de siglos de prácticas culturales idénticas. Sin embargo, existen todavía poblados, por ejemplo en México donde esos acuerdos tienen lugar, pero el estigma que recae en ello se relaciona con el tipo de religión y cultura con la que se tiene mayor contacto, sin ser una u otra la mejor forma de vivir o llevar a cabo una ceremonia que culmina en la unión de dos personas que tendrán que reorganizar totalmente su forma de vida.
“El amor está implícito en la mayoría de nuestras creaciones y actos sociales, y de manera predominante en la vida de pareja, díada humana que a pesar de los cuestionamientos a su forma tradicional, centrada en la conyugalidad, continúa siendo una especie de gran matraz donde se mezclan los ingredientes del amor y de la agresión, del erotismo o la locura, del más profundo bienestar o la más dolorosa tristeza” (Velasco, 2007). La decisión de pasar la etapa de galanteo y noviazgo a la de matrimonio puede darse por múltiples razones, como el amor, el sexo y la necesidad de dejar a la familia de origen, escapando de problemáticas que ahí se den, viendo como escape y libertad el matrimonio. Sin embargo, el compromiso y responsabilidad que representa tal unión, está alejado de dichas expectativas, porque se deben desarrollar habilidades para el afrontamiento de los nuevos conflictos que sucederán por las diferencias existentes en la forma de vida de cada individuo al ser solteros, y el escape resulta en muchas ocasiones un encierro más difícil de superar, que genera inconformidad, lucha de poder, sumisión y violencia dentro del subsistema conyugal.
La comunicación ha sido enmarcada como la gran responsable de una buena o mala relación conyugal. Vista desde el lugar del matrimonio, hay tres elementos de los que Corey (Rage, 1997) hace mención para lograr una comunicación profunda:
a) Aceptación y descubrimiento de sí mismo: En la relación debe fomentarse la aceptación de la pareja, ya que propicia la aceptación de sí mismo.
b) Eliminación de máscaras y disolución de roles: se dejan caer las máscaras que protegen la estructura defensiva.
c) Valorización interna: la decisión de lo que está bien y está mal pasa a ser evaluada desde un punto de vista interno de cada persona.
En mi experiencia como terapeuta de pareja ha sido común encontrarme con personas que deciden tomar terapia individual a la par de la terapia de pareja pues comentan sentirse como fantasmas, teniendo poco conocimiento y aceptación de sí mismos. La comprensión del sí mismo los lleva a tener una relación de respeto y darse cuenta de que el otro no es de su propiedad, se puede además llegar a entender conceptos como cercanía y fusión.
El matrimonio perfecto, evidentemente no existe, la perfección no pertenece a los humanos pero saber que la comunicación forma parte de cualquier relación humana y que por ello deben desarrollarse habilidades de resolución de conflictos, permite actuar con madurez ante las dificultades que puedan presentarse. Por otra parte, compartir ideas y sentimientos, adaptarse y ser asertivos propicia la creación de vínculos firmes donde el equilibrio y desequilibrio son afrontados con y para el mismo fin, es decir, para obtener bienestar.
“El dinero es un sistema simbólico para expresar problemas de valor. Habla de la forma en que valoramos y somos valorados. El dinero está asociado al poder y, por tanto, al control” (Rage, 1996). El dinero sin lugar a dudas da una posición, ya sea por su falta o su abundancia y de acuerdo con ello puede haber más o menos control sobre las decisiones que las personas toman, ya sea sobre la adquisición de bienes y servicios o lo que resulta hasta aberrante, que es decidir sobre otro ser humano.
El área económica puede unir y separar a las parejas, pero cuando la cercanía y la decisión de establecerse en matrimonio sólo tiene por motivo al dinero, las posibilidades de separación aumentan.
Cuando aparece una crisis económica al interior de una familia, ya sea por causas del micro, meso, exo o macrosistema, lo mejor es afrontarla sin pánico, sin compasión de sí mismo y sin ceder a una conducta defensiva, hostil y de autoengaño, una de las mayores pruebas de madurez.
Existen muchos tabúes respecto la sexualidad y entre los más arraigados dentro de la sociedad mexicana se encuentra el celibato antes del matrimonio, sobretodo para las mujeres. Una de las ideas que esto arrastra consigo cuando este vínculo se crea, son las expectativas sexuales que se tienen al respecto. La creencia de que casarse es igual a tener relaciones sexuales la mayor parte del tiempo es pronto reemplazada por la de que el sexo no es lo que se esperaba y mucho menos es mejor que eso. Pero esta situación no es exclusiva de quienes no han tenido intimidad sexual antes del matrimonio, abarca todas las opciones porque al convivir como pareja ambos cónyuges notan que existen otras actividades de las que deben hacerse cargo además de su nuevo estatus de relación, lo que puede generar conflictos importantes en la pareja, al grado de ocurrir síntomas como eyaculación precoz, anorgasmia, disfunción eréctil, infecciones vaginales, etc.
“Las dificultades en la sexualidad son en algún sentido metáforas isomórficas de lo que ocurre en un ámbito más global de la relación, esto es, sentimientos de que la intimidad propuesta desde el deseo, no se manifiesta en la interacción emocional, sentimientos de falta de acogida, de aceptación, de no ser necesitado (a), temor a la cercanía, evitación de la cercanía, sentirse invadido, sentirse controlado, dificultad para poner el conflicto en la relación, distanciamiento y sentimientos de soledad” (Tapia, 2007). La palabra intimidad significa interior o recóndito y ésta no solamente se da en el área sexual.
Los problemas de pareja han existido desde siempre, son tan viejos como la humanidad misma porque el vínculo de cercanía que con él se genera está sujeto a diferencias en los usos y costumbres de cada persona, aún perteneciendo a una misma cultura, sin dejar de lado las características de personalidad de los miembros de la pareja. “La posmodernidad ha traído como resultado solicitudes de ayuda, el reconocimiento de la problemática y las alternativas terapéuticas” (Velasco, 2007) que permiten relaciones más agradables y funcionales para quienes las requieren. Las demandas más frecuentes por problemas de pareja se dan por relaciones extramaritales, conflictos con los hijos de un nuevo matrimonio, vacío existencial, disfunciones sexuales y violencia física, psicológica, económica y sexual. La tecnología forma parte de las nuevas situaciones de discusión entre los cónyuges, ya que “el correo electrónico, el chat, las paginas de redes sociales y el celular, permiten tener contacto con diversas personas para el alivio de las soledades de muchos amantes descontentos y también para el control y a veces la persecución del ser amado” (Velasco, 2007).
Algunas de las recomendaciones que pueden considerarse para la resolución del conflicto son:
* Ante una disfunción sexual, pedir una evaluación médica, y a partir de ello decidir si se tratara el caso en terapia como motivo de consulta o si debe derivarse con otro especialista.
*Es importante que cada uno de los cónyuges conozcan cual es la percepción que tiene su pareja acerca del problema, en la mayoría de los casos se pelea por algo y a veces no se sabe la razón, es importante ser claro y objetivo al expresar la situación de conflicto.
*Trabajar en temas como el apego le permite a la pareja cierta individuación, sin dejar de lado el vínculo, por el contrario cierto nivel de diferenciación siempre será vital para una lograr una relación madura.
*Conocer los lados fuertes y recursos de la pareja. Utilizar y/o descubrir las herramientas y cualidades positivas siempre ayuda para enfrentar la situación de conflicto, en ocasiones nos centramos en lo más negativo dejando de ver los recursos.
*Conocer el nivel de compromiso e intimidad en la relación, así como continuar fomentándolo.
* Explorar la naturaleza del poder y las jerarquías incongruentes en la relación.
* Cuando se torna imposible poder resolver el conflicto, pedir ayuda con un especialista puede ser una gran opción, en ocasiones resulta imposible abrir canales de comunicación, y hablar de las situaciones más cotidianas se vuelve una lucha de poder. En CAPI contamos con psicólogos especializados que te ayudarán a resolver diferentes problemáticas, desde situaciones cotidianas como falta de empatía o problemas sexuales hasta circunstancias sin resolver que se han vuelto crónicas.
Recuerda que el problema no es que existan diferencias, el inconveniente se encuentra en la forma como resolvemos estas diferencias.
Bibliografía: