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Sobreprotección: un generador de violencia silencioso

abril 19, 2017
Tras el acontecimiento del tiroteo de Monterrey, el país completo devuelve la mirada a nuestro compromiso con la infancia, especialmente a la tarea de padres, maestros y educadores. Se habla mucho de la violencia que reina desde hace varios años en el país, de los medios de comunicación y sus contenidos brutales y desmedidos, de la degradación paulatina del sistema educativo, pero en el fondo y desde una perspectiva más difícil de abordar, de la responsabilidad de los padres sobre la educación integral de sus hijos.
"“No hay camino para la paz, la paz es el camino” "
Mahatma Gandhi

Pero, ¿qué es lo que mueve a un niño a llevar a cabo actos de violencia?, la respuesta más sencilla sería pensar en una psicosis grave, pero tras revisar la estadística, son muy raros los casos en los que hay una disposición genética u orgánica que motive estos actos. La variable más común es el maltrato, los niños que sufren maltrato y violencia en el hogar tienen fuertes posibilidades de ser propiciadores de violencia, sobre todo en la adolescencia y adultez. Como sabemos, hay muchos tipos de maltrato (físico, psicológico, negligencia, etc.), sin embargo, me parece importante resaltar un tipo de maltrato que parece invisible y que está presente en la mayoría de los hogares y genera distintos tipos y grados de violencia, me refiero a: la sobreprotección.

La sobreprotección es muy común en los últimos años, ya que responde a la crisis parental actual: una generación de padres que por primera vez quieren educar a sus hijos de manera opuesta (o al menos muy distinta) a la que ellos fueron educados, lo cual supone un reto interesante y que poco a poco irá dando excelentes resultados para el mundo. Sin embargo, en esta transición nos encontramos con fallas importantes, principalmente con respecto a la disciplina.

Nuestra generación adulta creció relacionando la palabra disciplina con castigos, humillaciones y golpes, razones suficientes para evitarla en lo posible. Sin embargo, un buen método de disciplina no sólo es la base de la seguridad y confianza de cualquier niño, es la principal promotora de la tolerancia a la frustración, incrementa la autoestima, el autocontrol, brinda herramientas para resolver conflictos y cuando ha sido bien aplicada, libera a los padres de culpas (muy comunes en esta generación) y por lo tanto, de caer en la sobreprotección.

Para la reconocida autora mexicana Martha Alicia Chávez, la sobreprotección genera dos tipos de hijos: tiranos o débiles/dependientes, cada uno con distintos mecanismos para generar violencia dentro de la familia.

El hijo tirano

Los factores básicos que hacen que un hijo reaccione con sus padres de formas violentas y autoritarias son: la incapacidad de los padres para poner límites, ya sea por inmadurez, debilidad o la culpa vivida por muchos padres cuando sienten que no están dando suficiente a sus hijos, sentir que no se tiene suficiente tiempo, suficiente dinero o suficiente amor para los hijos, lo que lleva a muchos progenitores a tratar de compensar brindándoles el control de las situaciones familiares y dejando que sus hijos los maltraten. En muchas ocasiones, los padres llegan exhaustos al consultorio después de muchos años de sufrir estas situaciones de violencia encubierta. El problema es que el daño no sólo es para los padres, el hijo “tirano” también sufre de la inseguridad de no encontrar alguien que lo guíe, así como por no poder controlar sus impulsos y sus emociones, ya que finalmente, buscará en sus relaciones la misma atención y sumisión que recibe de sus padres (que difícilmente va a encontrar en el mundo real).

El hijo débil/dependiente

En este caso los factores básicos son: no propiciar que los hijos realicen esfuerzos para ir teniendo logros, no permitir que vayan desarrollando autonomía y dominio del cuidado cuerpo, de sus relaciones y de sus ideas. El mensaje general que se da a este tipo de niños es “no puedes”, “es muy difícil/peligroso para ti”, “tú no necesitas hacerlo”. Esta situación da como resultado niños manipuladores, desmotivados, con baja autoestima y también con muchas dificultades para enfrentar los retos de la vida.

Cómo detenerlo

Si se identifica con estas descripciones o siente frustrada su experiencia como madre o padre por no saber cómo apoyar la independencia, la autoestima o la disciplina en casa, es importante revisar cual es la dinámica en la familia, ubicar su responsabilidad al respecto y empezar a hacer cambios.

Empiece por poner límites y consecuencias claras, y cumplirlos, ayudarles a sus hijos a desarrollar tolerancia a la frustración y permitirles vivir las consecuencias de sus actos. Busque confiar en sus capacidades y hágaselos notar, finalmente, no olvide ocuparse de tusted como persona.

Si lo anterior aún le es confuso o le cuesta trabajo saber cómo empezar, consultar a un especialista puede ayudarle mucho.

CAPI. Clínica de Atención Psicológica Integral

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