En otros casos, el proceso se extiende meses o años, e incluso niños que ya habían dominado la actividad de eliminación, vuelven a tener accidentes por temporadas; esta situación puede convertirse en un problema, que aunque en muchos casos termina por resolverse conforme avanza la maduración, puede tener repercusiones importantes en las relaciones familiares así como en la autoestima y en la vida emocional del niño.
Al enfrentar esto, lo primero que hay que hacer es confirmar con el pediatra que no haya algún problema físico, como alguna malformación en el área, inmadurez física, infecciones etc. Sin embargo, las causas físicas se encuentran en menos del 10% de los casos de enuresis (descargas involuntarias de orina) o encopresis (defecación involuntaria), por lo que la gran mayoría tiene que ver con factores emocionales. A continuación, se explican los más comunes:
Situaciones de estrés: Cuando el niño o la familia atraviesan por una situación estresante, se vuelve más complicado mantener la atención necesaria para este aprendizaje.
El nacimiento de un hermano, un cambio de casa o cualquier otra situación que modifique la rutina o genere estrés. Además, hay que recordar que los niños son sumamente perceptivos: si los padres tienen un problema como pareja, el niño percibe esa ansiedad.
Estilo de entrenamiento de los padres: En muchas ocasiones, el entrenamiento se vuelve una guerra sin cuartel, ya que los padres son muy estrictos desde el principio o se desesperan con la falta de resultados y reprenden al menor, con lo que se genera tensión y agresión en el ambiente familiar y el niño inconscientemente utiliza el orinar o defecar como una forma de control, para obtener atención negativa en forma de regaños. Otras veces, la falta de constancia o poner poca atención en el proceso, hace que las distintas estrategias fallen.
Disturbios emocionales: En la mayoría de los casos, cuando un niño tiene dificultades para controlar sus esfínteres, se ubican también otros indicadores de dificultades emocionales, principalmente ansiedad, ya sea porque el niño vive en un ambiente estresante o poco estructurado, porque la familia está pasando por una crisis específica o porque la personalidad del niño lo hace más sensible a la ansiedad o el estrés.
Madurez socio-emocional: Además de la madurez física que se alcanza generalmente pasados los dos años de edad, hay que encontrar que el niño es socioemocionalmente maduro para llevar a cabo este entrenamiento; primero, que pueda entender y seguir instrucciones simples, sea capaz de mantenerse sentado un rato y no se encuentre en un periodo de desafío hacia los padres (que suelen darse comúnmente alrededor de los 2 años). Es importante recordar que la madurez en todas sus áreas se desarrolla a ritmos diferentes en cada niño.
En CAPI contamos con los especialistas adecuados que podrán ayudarle a usted y a su pequeño.
REFERENCIAS:
Charles E. Schaefer. Childhood encopresis and enuresis: Causes and Therapy.