Es difícil saber en qué momento deje de expresar mi curiosidad en qué momento me volví como la sociedad me lo exigía y en qué momento me convertí en lo que las demás personas querían.
Algunos lo guardamos o lo ocultamos. Generalmente, ese niño está reprimido, protegido del recuerdo para no sufrir y para no revivir su dolor.
Dentro de la estructura psicológica, ese niño es la parte más débil y más sensible de nuestro yo. Un yo que dejó de crecer al experimentar sensaciones no tan agradables, como las sensaciones de dolor. Cuando somos niños guardamos heridas emocionales heridas que jamás fueron trabajadas; y las guardamos para protegernos de lo que nos lastima, ya que el simple hecho de recordar duele, pero al final, lo que no se habla no se sana.
Los pacientes llegan al consultorio sin recuerdos de infancia suelen no recordar o recordar muy poco sobre ese niño que algún día fueron y cuando empezamos a trabajarlo se dan cuenta de todo ese dolor y experiencias negativas que jamás manifestaron y que hoy en día detonan en diversas situaciones de su vida.
Justificamos esa rigidez porque al final un adulto tiene un caparazón y las demás personas muestran lo mismo, entonces, es fácil manejarse así en la sociedad. Sin embargo, ¿qué pasa cuando dejamos que ese niño salga y no siga reprimido para sanarlo y así sanar a la persona que hoy somos? Si dejamos que ese niño interactúe con nosotros, entonces dejamos de reprimir situaciones en donde se manifiesta al máximo nuestra creatividad, en donde podemos sonreír, bromear, jugar y en donde la vida nos permite sorprendernos por el simple hecho de descubrir. Podemos autoexplorarnos y entender cuáles fueron nuestros dolores y de qué forma ellos intervien en lo que hoy somos y en cómo manejamos las emociones y en cómo nos relacionamos con las demás personas.
Cuando somos niños, imaginamos lo que seremos de grandes y nos emocionamos por el simple hecho de ir a la fiesta de nuestro compañerito. Disfrutamos de las cosas simples de la vida, pensamos en dónde nos gustaría vivir, el carro de nuestros sueños y en todo lo que queremos tener; el colegio donde estudiaremos la carrera que elegiremos, como serán nuestra pareja y nuestros hijos etcétera.
De repente y sin darnos cuenta, la vida avanza y nos convertimos en adultos con un niño oculto lleno de miedos. Si este niño pudiera hablarnos, nos diría muchas cosas. Ojalá pudiéramos darnos la oportunidad de escucharlo, de sanarlo.
Egresada de la Universidad Salesiana, realizó estudios en Psicología infantil, Desarrollo, Alternativas educativas y psicoterapia. Tiene una Especialidad en Psicoterapia Infantil en la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología.
Cursó un Diplomado en Formación Humanista por la Universidad Salesiana y un Diplomado en Terapia de Juego en AMAPSI.
Asimismo, realizó estudios en Capacitación Didáctica en Educación Preescolar por la SEP. Ha impartido Talleres de Psicología Infantil a docentes y padres de familia; así como talleres dirigidos a adolescentes y ha trabajado como Instructora de Estimulación Temprana.
Posee experiencia clínica en consultorio privado y actualmente, es Especialista en Terapia infantil y adolescente, en la Clínica de Atención Psicológica Integral, CAPI.