¿Cuántos de nosotros hemos escuchado estas y otras frases parecidas recientemente?
¿Qué tan familiarizados nos hemos vuelto con el término burnout y qué sabemos realmente de este síndrome?
El síndrome de burnout hace referencia a un fenómeno de desgaste profesional observable en los profesionales que trabajan directamente con personas. Se suele conceptuar como el resultado de continuas y repetidas presiones emocionales asociadas con un compromiso intenso con los usuarios, pacientes o clientes, durante un periodo de tiempo prolongado.
Los trabajadores que pueden ser susceptibles de burnout se encuentran con mayor frecuencia entre aquellas ocupaciones en las que se presta una atención constante y directa de ayuda a personas.
Si reflexionamos un poco en lo dicho anteriormente, será difícil encontrar alguna profesión o trabajo en donde no se tenga contacto directo con otras personas. El burnout, por lo tanto, puede manifestarse en cualquier momento, lugar, circunstancia e individuo.
El cansancio emocional hace referencia a la disminución y pérdida de recursos emocionales, al sentimiento de estar emocionalmente agotado y exhausto debido al trabajo que se realiza, junto a la sensación de que no se tiene nada que ofrecer psicológicamente a los demás.
La despersonalización consiste en el desarrollo de una actitud negativa e insensible hacia las personas a las que se da servicio. Es un cambio negativo en las actitudes y respuestas hacia los beneficiarios del propio trabajo. La falta de realización personal en el trabajo es la tendencia a evaluarse a uno mismo y al propio trabajo de forma negativa, junto a la evitación de las relaciones interpersonales y profesionales, con baja productividad e incapacidad para soportar la presión.
Los afectados se reprochan no haber alcanzado los objetivos propuestos, con vivencias de insuficiencia personal y baja autoestima.
El trabajador se va viendo afectado poco a poco en su salud, debido a la exposición a unas determinadas condiciones de trabajo que no le resultan controlables, a pesar de poner en juego todos sus recursos personales. Se produce un deterioro general: cognitivo, emocional, conductual y físico.
Julio y agosto, los meses en que los niños cambian de ciclo escolar y pueden disfrutar de unos días de descanso, pero ¿qué pasa con nosotros, los adultos?, ¿hace cuanto que no tomamos unas verdaderas vacaciones y, de haberlo hecho, qué tanto nos dedicamos un tiempo personal para estar con nosotros mismos, para reponernos de ese desgaste emocional que se viene cargando?
Sin embargo, cuando el apoyo de las personas cercanas no es suficiente para contener y, más aún, para aliviar este síndrome, siempre será recomendable acudir con algún profesional de la salud mental, ya sea psicólogo, psicoterapeuta o médico psiquiatra.
Rodin decía que no era suficiente con trabajar, sino que había que agotarse todos los días en el trabajo. La realidad occidental posmoderna en la que vivimos nos ha orillado a eso, a vivir constantemente en la competencia, en la búsqueda incesante de nuevos y mejores objetivos, a desconectarnos cada vez más de las emociones de los otros y de las propias, al hablar sin escuchar, al actuar sin pensar, a saturarnos, a quemarnos y, además, esto no sólo se refleja en el área laboral, que es en la cual existen la mayoría de los estudios relacionados al burnout, sino que también y a raíz de éste, existe un impacto importante en las demás áreas de las personas que lo padecen: casa, familia, hijos, pareja, sexualidad.
Si nos hemos dado el tiempo de quedar agotados y drenados emocionalmente, sin darnos cuenta, siempre habrá tiempo también para reparar el camino y, poco a poco, estar más conscientes de lo profundo y lo complejo que es este síndrome para quien lo padece.
Un espacio de psicoterapia individual, de escucha personal y de reconexión emocional siempre aportará al entendimiento y la reparación de éste y cualquier otro padecimiento emocional.