Lo sorprendente, es que no encuentran formas de definirla. Entonces, juntos comenzamos a explorar cómo se siente la no tranquilidad, y esa respuesta lleva al miedo y a la ansiedad.
Sin embargo, tanto el miedo como la ansiedad también son parte de la vida y muchas veces son de utilidad, por ejemplo, nos permiten estar alertas ante situaciones de riesgo, para ser cuidadosos y precavidos. El punto importante aquí es que para muchas personas ese estado de alerta se va incrementando en intensidad y frecuencia y no desaparece; al contrario, parece que empeora con el tiempo; como si el cerebro no hiciera una distinción entre una amenaza externa (como un auto a toda velocidad) y una amenaza interna (como un recuerdo triste o pensamientos), con esto quiero decir que la amenaza generadora de angustia no es externa, la mayoría de veces somos nosotros mismos.
Seguramente usted conoce a un familiar, un amigo, un compañero de trabajo, quizá usted mismo o a alguien más que ha pasado por una situación en la que resulta muy complejo nombrar y comprender lo que pasa, lo que se siente; a veces solo es ilógico y a veces es devastador. Esta sensación indescriptible le puede dejar encerrado en su departamento, incapaz de hacer otra cosa que ver televisión, dormir y comer galletas, inmiscuido en recuerdos de lo que fue y con la interrogante de: ¿Dónde quedó aquel hombre o mujer?, mientras trata en vano de encontrar las respuestas a: ¿Cómo empezó todo?, ¿cuándo cambio mi vida?
Hay una similitud en los relatos de quienes platican cómo empieza: “Un día ocurrió algo así de la nada…” “Una tarde, empecé a sentir…” “Yo estaba bien y de repente…”
Literalmente, en un día cualquiera en una actividad cotidiana, sorpresivamente, aparecen sensaciones distintas, tales como:
Ante estas y otras sensaciones, aparecen cuestionamientos como: ¿Qué me está pasando? ¿Me estoy muriendo? ¿Estoy loco? ¿Debería llamar a una ambulancia? ¿Qué pastillas me debería de tomar para dormir al menos 6 horas y de ser posible 24? ¿Qué puedo tomar o hacer para salir de la cama y no dormir 12 horas consecutivas sin morir en el intento?
Interminables diálogos como estos van conduciendo a acciones de evitación. Evitación a los lugares con mucha gente, por ejemplo, si ahí ocurrió por primera vez, evitación a estar solo, a los espacios abiertos, a llevar consigo identificaciones por si pasa algo, a saber dónde hay baños, dónde hay un médico, a preguntarse qué pasaría si se sufre un ataque en medio del tráfico, a saber quién nos podría ayudar, a pensar en la posibidad de que se sufra un ataque en el avión, si no le da tiempo de llegar al baño y vomita por todas partes, a pensar si le pasa algo un familiar, etc. Es muy agotador sentir, pensar y vivir de esta manera varias veces al mes, a la semana o al día.
Una constante pregunta es: “¿Por qué me pasa esto a mí?” como si fuera el único en el mundo que experimenta todo el cúmulo de sensaciones. Se puede sentir que hay dos versiones de sí mismo: Versión 1.8 (antes de la ansiedad) y Versión 2.3 (después de la ansiedad). Este problema es real, ya que la tendencia es no hablar con nadie, aguantar y aguantar hasta que ya no se puede más.
No hablar definitivamente no es el camino. Hablarlo, empezar a nombrar lo que pasa da la posibilidad de decosntruir “mi problema” y llamarlo de otra forma, para liberarse de la carga de vergüenza y reducir el aislamiento de sufrirlo en solitario.
Imaginemos que algunos amigos de la ansiedad como el miedo o el estrés, la depresión, etc. nos dedicaran un espacio para explicarnos algunas cosas, así como hoy estamos dedicando un espacio para hablar de la ansiedad. ¿Qué nos dirían?
Aparezco con determinadas sensaciones por que no encuentro otra manera de hacerme escuchar por ti, sí, tú, humano, hombre, mujer de 15, 22, 34, 48, o 60 años. Has estado tan ocupado tratando de ser exitoso, productivo, tener lo suficiente, ser el mejor padre, profesionista o simplemente tratando de ser amado por tu pareja, tus padres o tus amigos, que has obviado mis pequeñas señales, tan pequeñas como aquel insomnio por más de dos horas o esa sensación de no poder estar quieto. Como me has pasado por alto hice que te temblara el ojo y que vieras borroso. Cada vez intentaba algo más fuerte para llamar tu atención y yo no tenía respuesta, sin embargo, tú ya sabías de mi presencia, por eso, esos momentos de soledad contigo mismo eran impensables y de gran nerviosismo; así te fuiste inventando formas de evitarme: más trabajo, un poco de alcohol u otras substancias, pastillas para dormir, pastillas para dejar de dormir, bebidas o substancias que dificultan el contacto contigo mismo.
Yo ansiedad, en representación de varios amigos míos, lo único que he querido decirte todo este tiempo es que posiblemente no estás disfrutando de tu vida y no te sientes pleno. Estoy aquí para ayudarte a detenerte, a escuchar tu cuerpo, tus pasos, a ayudarte a conectar con la vida, con tu alegría.
Si ya estoy en tu vida, ocupa mi presencia para interpretar de otra forma tu realidad, para tratar de identificar esas creencias que no te favorecen y limitan, para desechar pensamientos, enojos del antaño.
Ocupa mi presencia para poner límites, para decir basta, para decir, !No!, para dejar de que tu felicidad dependa de la existencia de otros, para que escuches a tu cuerpo.
¿De qué otra manera le habrías puesto atención a tu cuerpo? Hasta que aparezco visitas al médico, lo alimentas, buscas un medio de descanso.
Una forma de poner atención a tu cuerpo es disminuir las críticas a tu físico: que si la nariz grande y los brazos pequeños, que si las piernas flacas y el cabello seco. Ocupa mi presencia para detenerte y ponerte atención a ti mismo, si te resulta complejo, permite combinar otros elementos como ayuda profesional, médica y psicológica.