Al momento de llegar a CAPI me sentí con la confianza de que al ser clínica establecida me ayudaría a tratar un proceso personal.
Como su nombre lo indica, el proceso es un camino que no sabía cuando ni a que hora terminaría, sin embargo, la terapeuta supo siempre cómo levantarme en los momentos compliicados.
En este camino que recorrí me encontré a mí mismo y descubrí cosas que jamás pensé que existirían, el camino no fue fácil ya que nunca saber cómo impacta el proceso en uno mismo.
En el momento menos esperado, gracias a la yuda de la terapeuta, recuperé el sentido de pertenencia lo cual hace que no crea que todo es posible y que solo depende de uno mismo.
Me siento contento y tranquilo pero más que nada agradecido por la orientación que recibí en CAPI. No hay camino que no tenga final, sólo existen las ganas de querer llegar al final.