La adicción y la familia. Psicologos CDMX

La adicción y la familia

julio 1, 2015
La adicción es una enfermedad multifactorial, que como la palabra lo menciona, se requiere de varios factores para que se de cómo los individuales, como lo es la personalidad, de factores sociales y factores familiares.

En esta ocasión me quiero enfocar y platicar brevemente sobre el rol de la familia cuando alguno de sus miembros se enferma de alguna adicción a cualquier sustancia o conducta compulsiva. Las etapas por las que pasa la familia al ir evolucionando la enfermedad.

La adicción impacta a la familia en cuatro niveles: conductual, mental, emocional y espiritual.

Conforme la adicción gobierna cada vez más la vida del adicto, no solo lo hace con el sino también con la familia ya que la adicción no solo se apodera de mente, cuerpo y conducta del adicto sino de cada uno de los miembros de la familia. La vida de la familia se vuelca y al paso del tiempo gira alrededor del adicto.

La familia emplea más tiempo y energía tratando de comprender lo que está pasando y tratar de encontrar estrategias para resolver el problema, literalmente la familia puede pasar horas, semana e incluso años platicando, discutiendo, llorando, gritando tratando de encontrar respuestas del por qué y el entender la conducta de su familiar enfermo, así como la respuesta para detener la conducta. En su impulso de sentido, los miembros de la familia buscan el sentido de algo que fundamentalmente no lo tiene.

Cuando la adicción no se trata con la ayuda de profesionales, va avanzando y cada vez los consumos o las conductas se van agravando y cronificando. Ya que el adicto comienza a faltar y corromper valores y principios familiares como la honestidad, la esperanza y el respeto a sí mismo y a otras personas, lo que hace que la familia y el enfermó generen todo un sistema de engaño, manipulaciones y defensas para que la familia y cada uno de sus miembros puedan sobre llevar la eminente destrucción. La adicción lentamente toma el control del individuo y de la familia. Se gasta más y más tiempo en tratar de proteger al adicto.

La primera etapa es la de evitación y el control, en esta etapa el adicto siente que puede controlar el consumo o su conducta y que en cualquier momento lo puede dejar. Los miembros de la familia se protegen evitando y minimizando los problemas causados por la adicción. Además que existe la falsa creencia de que puede controlar la conducta de su familiar.

Una subetapa es cuando la familia se vuelve reactiva, es decir, la familia comienza a darse cuenta que algo pasa, pero aun no entienden del todo lo que está pasando, es decir viven en una confusión en donde los miembros creen que deben arreglar el problema y, sin embargo, no pueden. Su mente les dice que no tienen la culpa, pero en su corazón sienten que sí la tienen. El adicto quiere vincularse con su familia y, sin embargo, la rechaza en favor de la adicción. Las preocupaciones de la familia atraen y repelen al adicto. El adicto desea mayor libertad para seguir con su adicción creciente y quiere que la familia no se moleste. La familia desea brindar ayuda al adicto pero es rechazada. Esto hiere a los miembros de la familia y los hace desarrollar, como el adicto, un sistema interno de defensa. Cada miembro de la familia se acerca al adicto por amor y evita al adicto por dolor. Y la verdad se vuelve dolor y una amenaza, por lo que el hablar de la adicción abiertamente está prohibido, así que todos los miembros de la familia incluyendo al enfermo evitaran con todos los recursos posibles para lograrlo y se clasificara como “malo” aquel que insista. Los sentimientos que predominan en esta etapa es la culpa, la ira y dolor.

La familia se centra en el poder, la persona con más opciones tiene el mayor poder. Por consiguiente, el adicto, que está dispuesto a arriesgar más que ningún otro en la familia- generalmente tiene el máximo poder.

Los preocupados miembros de la familia hacen a un lado sus necesidades personales para atender las necesidades inmediatas del adicto y vigilarlo.

Podemos decir que la familia pasa a la etapa 2, cuando la familia para evitar el dolor y el sufrimiento cambia su comportamiento y su actitud y no pueden detenerse, ni volver a ser los seres auténticos que eran antes de que la enfermedad mandara en la familia.
La persona más dominante de la familia, que suele ser el adicto, trata de utilizar su fuerza para explotar y manipular a los otros a fin de que accedan a sus deseos.

A medida que la adicción progresa, las familias, tienen dificultad para recordar por qué están juntas. En la familia adicta no hay respuestas, sólo frustración.
Cuando las familias adictas pierden su razón de existir, trabajan para seguir juntos en lugar de hacerlo para vivir juntos. Los miembros de la familia buscan afanosamente buenas razones para no pasar tiempo juntos y llevan una vida de aislamiento, como una forma de amortiguar sus pérdidas. Lo que trae como consecuencia que la familia misma comienza a corromper sus propios valores y el amor se degasta, ya que el amor se construye y está hecho con principios que dan cohesión, algo que ya no existe.

En esta etapa la familia por la amenaza que representa la verdad, nunca escucha solo reacciona, y lo único que importa es el tono y el único sentimiento que se expresa es el enojo.

El enojo se vuelve la mejor forma de defenderse y protegerse ya que es la forma más eficaz para ejercer dominio y poder, aunque no sea real.

Otro aspecto importante y una forma compensatorio para el alejamiento que esta sufriendo la familia es la formación a alianzas entre algunos de los miembros de la familia y siempre es a través del enojo, y paradójicamente se puede tener algún acercamiento aunque sea con alguien de la familia.

Aunque todo suene mal e incluso triste esto tiene una finalidad, ya que la separación brinda una especie de esperanza, un lugar de autoestima. Con este tipo de distanciamiento pueden encontrar algún alivio, aunque sea mientras estén fuera de casa, pero con frecuencia éste es acompañado por un sentimiento de culpa por haber abandonado a la familia.

Los miembros de la familia se convierten en víctimas, temerosos de relajarse y bajar la guardia. Siempre en guardia, cada uno es un centinela en servicio dentro de una zona de combate, en donde las crisis son cada vez más frecuentes, y sin solución. En realidad la finalidad de estas es el de solo liberar tensión y poder decir todo aquello que está prohibido. A lo único que llegan es al establecimiento de nuevas reglas, que solo sirven como placebos, ya que el adicto generalmente acepta las nuevas reglas, para quitarse de encima a los demás. Descansan cuando el adicto firma el acuerdo, aunque lo haga con tinta invisible.

La etapa tres, es cuando todos los miembros de la familia están cansados y cada vez más alejado, pero cada vez con mayor necesidad de acercamiento, de sentir que pertenecen.

Durante esta etapa, la mayor parte de los miembros de la familia sabe que sus necesidades no pueden satisfacerse a través de la familia, a menos que se formen vinculaciones negativas. En una vinculación negativa, los mecanismos de defensa de una persona entran en juego con los de otra.

Ante la desesperación, no es anormal que se permitan fantasías sobre el suicidio o la muerte de la persona que causa el dolor.

Algunos miembros de la familia experimentan una profunda angustia y vergüenza, pues creen que tienen la culpa de la adicción de su familiar. Muchos piensan en la muerte del mismo y se castigan por permitir siquiera que tales pensamientos entren en su mente, además de que los conducen a una grave depresión. Algunos compensan sus pensamientos negativos tratando de ayudar al familiar enfermo, claro desde una vinculación negativa.

Al no encontrar la forma de salir, se someten, ciegamente a la locura del sistema de contagio familiar. La depresión se convierte en su refugio. Dejan de tener interés, esperanza, cualquier sueño de escape; se les acabó la ira.

La capacidad para mantener relaciones dentro de la familia ha sido significativamente erosionada. En las familias adictivas, una fuerza poderosa trabaja contra el cambio, a pesar de que todos se sienten desgraciados por la forma en que van las cosas. El cambio forzaría a todos a encarar la verdad sobre sí mismos como individuos y como comunidad. El cambio significa algo tan ajeno a los miembros de la familia adictiva que no pueden imaginar siquiera lo que pueda ser. La idea de vivir en forma diferente incrementa tremendamente el temor. La situación parece desesperada.
Básicamente el diálogo no existe, el adicto está separado emocionalmente de la familia, los rituales familiares, las rutinas, valores y creencias que apoyaban a la familia se han destruido.

Creo que lo importante esta poder acercarse a un profesional a tiempo para evitar tanto sufrimiento y que a pesar de estar ya en una etapa tres con las estrategias adecuadas, guiadas de un profesional el problema se puede solucionar y que no implique la destrucción de la familia.

Psic. Marcela Cervantes Chávez

Lic. en Psicología

Espacialista en individual (adultos), parejas y familias
Enfoque: Humanismo

Cédula Profesional 5163345

Estudió en la Facultad de Psicología de la UNAM, la Maestría en Psicoterapia de pareja y familia en el Instituto de Terapia Familiar CENCALLI, certificación nivel II en Psicoterapia asistida por equinos, avalado por EAGALA, cuenta con Diplomados en: Trastornos de la Alimentación (cursado en Monte Fénix), Enfermedades Psicosomáticas (en Circulo Psicoanalítico), Nutrición Biodirigida y Homeopatía (ambos avalados por la Escuela Latinoamericana de Educación en Salud Integrativa), Psicoterapia con enfoque psicoanalítico en pareja (avalado por APM), especialización en terapia de pareja (IFAC). Cursando actualmente un Diplomado en las diferentes configuraciones familiares en el Instituto de Psicoanálisis de Pareja y Familia.

Tiene experiencia laboral de 16 años como psicoterapeuta. Laboró 5 años en AVALON Centro de atención para la mujer, como psicoterapeuta de cuidado continuo, realizando pláticas a padres de familia y psicoterapia grupal. Posteriormente trabajó en Máxima Perfección, por un año, como psicoterapeuta en el tratamiento multidisciplinario de la obesidad. Y tiene 10 años de experiencia como psicoterapeuta de pareja y familia en el Centro de Atención Psicológica Integral, CAPI

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