Por mi trabajo en consultorio, tengo la dicha de recibir pequeñitos por muchos motivos, pero es alarmante el gran número de casos que recibo por chiquitos que juegan y que están inquietos en clase; los profesores refieren que se trata de hiperactividad y los padres llegan sumamente angustiados por que algo están haciendo mal. Por lo tanto, pareciera que hoy en día, ser niño y disfrutar como niño simplemente está prohibido. Me llegan casos en los que los niños no saben ni siquiera jugar y no son capaces de expresar sus necesidades porque sencillamente no se les ha permitido.
Pareciera que nos hemos olvidado de lo importante que es ser niño, la importancia de jugar y de disfrutar como niños. Estamos más preocupados en generar niños robot que actúen todos de la misma manera y que no se expresen; es por eso que cada vez hay más problemas de ansiedad y de lenguaje en los pequeños.
Sería bueno que hiciéramos una pausa para recordar cómo, cuando éramos niños, nos enfrentamos al mundo de los adultos y así, pudiéramos reconciliarnos con nuestro propio niño interno.
Tenemos la gran oportunidad de permitir a nuestros hijos que disfruten su niñez, ya que sólo la tendrán una vez en la vida. Es importante hacerles saber que antes que una calificación está su integridad, su autoestima y su propio autodescubrimiento. Ellos aprenden de lo que viven y necesitan del juego para descubrir, necesitan tocar porque es mediante las sensaciones que ellos pueden asociar; mañana ellos habrán crecido…
Pedirle a un niño que no se mueva es cortarle las alas, cortar con su infancia. Es condenarlo a una adultez fragmentada en donde será necesario repararse.
El juego es necesario para los niños porque les permite descargar sus emociones, crear experiencias, desarrollar estrategias, liberar y de esta manera, puede reducir su ansiedad, regula su estado de ánimo y reduce la tensión.
La mejor herencia que puedo dejar en mis hijos es un padre que ha sanado y se ha reconciliado con su niño interno, pues somos el reflejo de la niñez que hemos vivido y actuamos resignificando el trato que recibimos de niños. Somos el modelo a seguir de nuestros hijos y aún no hemos aprendido cómo manejar nuestras emociones. Nuestros hijos actúan en función de lo que ven y reciben. Si han recibido amor, ellos aprenderán amar; por eso es importante permitir que vivan su infancia y no contraminarlos con nuestras propias historias y prejuicios.
Un niño necesita movimiento, necesita jugar y disfrutar, porque eso es lo único que tiene que hacer. Vivimos tan de prisa que queremos que ellos se comporten como adultos y olvidamos que nosotros pasamos por lo mismo; así que ve el adulto que hoy en día eres y pregúntate si ese niño interior aún está lastimado y reprimido, y trata de reconciliarlo contigo, así podrás entender mejor a tus hijos y el proceso que están pasando.
Egresada de la Universidad Salesiana, realizó estudios en Psicología infantil, Desarrollo, Alternativas educativas y psicoterapia. Tiene una Especialidad en Psicoterapia Infantil en la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología.
Cursó un Diplomado en Formación Humanista por la Universidad Salesiana y un Diplomado en Terapia de Juego en AMAPSI.
Asimismo, realizó estudios en Capacitación Didáctica en Educación Preescolar por la SEP. Ha impartido Talleres de Psicología Infantil a docentes y padres de familia; así como talleres dirigidos a adolescentes y ha trabajado como Instructora de Estimulación Temprana.
Posee experiencia clínica en consultorio privado y actualmente, es Especialista en Terapia infantil y adolescente, en la Clínica de Atención Psicológica Integral, CAPI.