¿Te sientes identificado con algunas de las siguientes frases? “Mi hijo no me hace caso”. “Ya no sé qué hacer con mi hijo”. “Es muy difícil para mí lograr que mi hijo mejore su comportamiento”. “Constantemente me citan en la escuela para darme quejas de mi hijo”.
Si tu respuesta es sí, esperamos que el siguiente artículo te ayude a reducir un poco la angustia que causa el expresar cada una de las frases anteriores y lo que ello implica en la relación con tú hijo, pues como dice una frase muy conocida “Nadie nace sabiendo ser padre”; por ello, es muy común que como padre o madre suelas preguntarte cuál es la mejor forma de educar, de marcar límites adecuados, y si se estás siendo demasiado suave o demasiado estricto con tu hijo, pero sobre todo cómo encontrar un equilibrio que favorezca su conducta sin afectar su estabilidad emocional.
Asimismo, al igual que tú no naciste sabiendo ser padre o madre, tú hijo no nació sabiendo cómo hacer todo lo que tú quisieras que hiciera, por lo tanto, la forma en que él se comporta, depende en gran medida de lo que es enseñado por ti y el entorno que le rodea, pues como hemos mencionado en artículos anteriores es en la familia y la escuela en donde los niños adquieren las bases principales para su desarrollo emocional y social.
En este sentido, es de gran importancia resaltar que los niños, al utilizar la imitación como una forma de aprendizaje, suelen realizar lo que perciben de ese entorno que les rodea, es decir, los niños aprenden de las acciones que observan, por lo que no sólo se debe dar indicaciones, sino mostrar ejemplo de ello.
Ahora bien, los niños probarán los límites de las acciones, es decir, establecerán un juego en donde el niño cometerá faltas o actuará de cierta manera para ver la forma en que reaccionas, llorará, hará berrinche, se quejará, dirá que eres malo (lo cual puede provocar sentimientos de culpabilidad en ti) en un intento por identificar cuál será tu actitud; si su comportamiento negativo es recompensado, él sabrá que puede volver a hacerlo una y otra vez. Por ello, es imprescindible que al presentarse estas conductas le expliques por qué su comportamiento no ha sido adecuado y le hagas saber las consecuencias que pueden traer cierto tipos de conductas estableciendo así acuerdos que les permita hacerse responsables de sus roles, tú como padre (a quién le corresponde la autoridad) y él como hijo (quién aprende a ser responsable y adquiere seguridad a partir de la educación que le brindas).
Siguiendo esta línea, es fundamental que al platicar con tu hijo y dejar claras las consecuencias que podría tener su conducta, también establezcas reglas eficaces manteniendo una actitud firme, hay que recordar que ser firme en la aplicación de las consecuencias, es más eficaz que ser severo (Clemes y Bean, 2001).
Te preguntarás, ¿cómo lograr esto? Antes que nada debes entender que una regla es un enunciado en donde se describe cómo y cuándo debe hacerse algo, por el cual tu niño podrá saber lo que esperas de él y con ello lograr que identifique cuáles son sus responsabilidades, lo que posibilitará en gran medida la regulación de tiempo y roles entre tú y tu hijo.
Lo correcto para que puedas establecer reglas es:
Tu meta… es lograr mantenerte firme con la regla, debes prestar atención a tu niño en todo momento, y mostrarle mediante frases como: “Comprendo que no quieras que esto suceda” o “Lamento que esto te haga sentir mal”, que reconoces sus sentimientos.
Ahora bien, nunca debes humillar o agredir a un niño por su mal comportamiento; así como también debes evitar las recompensas materiales si realizan los acuerdos a los que han llegado, si estás de acuerdo con sus conductas, muestra tu reconocimiento mediante gestos o palabras afirmativas tales como “Sabía que lo harías”, “Muy bien”, “Felicidades”, etc., y motívalo a seguir adelante.
No olvides que:
Finalmente, no debes olvidar que el establecer reglas y límites en tu hijo no es un modo de controlarlo sino una manera de enseñarle a desarrollarse, vivir y responder al mundo real, pues es mediante ello que tu hijo estará preparado para hacer frente a la vida pues “asumir responsabilidades desarrolla la estima propia y una mayor estima propia afecta todas las áreas de la vida de un niño» (Clemes y Bean, 2001).
REFERENCIAS
Clemes H. y Bean R., (2001). Cómo disciplinar a los niños sin sentirse culpables. Guía para padres y maestros. México: Diana.
Licenciada en Pedagogía con título otorgado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es Licenciada en Pedagogía en el área de Psicopedagogía por la Universidad Autónoma de México (UNAM). Pasante de la Maestría en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Terapeuta de Lenguaje y aprendizaje con 12 años de experiencia, actualmente trabajando como Terapeuta de Lenguaje y Aprendizaje Individual y en la Secretaría de Educación P´blica (SEP).