Sin embargo, los doctores James Randolph Hillard y John Buckman escribieron en la Revista de la Asociación Médica Norteamericana[i] que: «Las estadísticas nunca han reflejado un aumento persistente de las psicopatologías en general, ni de las depresiones en particular, anterior a las fiestas navideñas». El número de suicidios, hospitalizaciones psiquiátricas e incluso el de cartas dirigidas a las secciones de consejos de algunas publicaciones, es relativamente bajo durante el mes de diciembre. La cantidad de enfermedades mentales graves también disminuye durante los días y las semanas previas a la Navidad, y en el día de la Navidad, pero vuelven a aumentar en enero.
Hillard y Buckman admiten que en la época navideña pueden surgir diversos conflictos y emociones derivados de esperanzas no fundadas en la realidad, seguidos de frustraciones, por una mayor necesidad de dinero o por una presión más acentuada para alternar con los familiares. Pero son pocas las personas incapaces de superar tales tensiones.
Aun cuando no hay evidencia científica del aumento en el índice de trastornos emocionales, no se puede negar que la época navideña viene acompañada de un sinfín de emociones que aportan tanto de manera positiva como de manera negativa a nuestro estado anímico y conductual.
Tomemos como ejemplo la conducta maniaca que adoptan algunas personas en el consumismo exacerbado que se manifiesta en las compras que los llevan al límite de sus posibilidades económicas, o en el consumo excesivo de comida y alcohol. Estas conductas son consideradas hasta cierto punto “normales” para la época pero, ¿no serán acaso conductas sintomáticas de una melancolía?
Parafraseando a S. Freud[ii], la melancolía a diferencia del duelo es una respuesta a un objeto de amor perdido que el individuo no sabe que perdió. Este objeto amoroso perdido no es una persona como en el caso del duelo ante la muerte de un ser querido; en la melancolía se pierden partes del objeto como un ideal o una ilusión. También en Freud encontramos que al igual que se vive un duelo, la melancolía es un estado anímico en el que predomina una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autocastigo.
Si tomamos en cuenta la definición anterior, entonces, ¿cómo es que la conducta maniaca de consumismo exacerbado puede ser un síntoma de melancolía? Se puede pensar que estas conductas tienen por lo regular una consecuencia, hacen al individuo atravesar un periodo melancólico en cuanto al autorreproche y el autocastigo. Como anteriormente lo mencionaban los doctores Hillard y Buckman, en enero aumentan los casos de trastornos emocionales. Aquel que gastó en exceso se verá presionado económicamente y con ello vivirá un periodo de estrés, o aquel que en estado de embriaguez se comportó de tal o cual manera, tendrá que asumir las consecuencias de su conducta, etcétera.
Por otro lado, los compromisos sociales y familiares, aunque nos llenan de gran satisfacción, pueden ser un factor importante de estrés sobre todo cuando no se cumplen las expectativas que teníamos en dichas reuniones. Muchas personas deciden poner en una especie de pausa los conflictos familiares y/o de pareja que ya de antemano se tenían, hasta después de las fiestas.
Es importante mencionar aquí que los ciclos vitales siguen su curso con o sin fiestas navideñas, la pérdida de un ser querido, los problemas familiares o personales, los conflictos económicos, etc. Es por ello que el tener altas expectativas y poco realistas en las fiestas navideñas, como el reencuentro familiar, la reconciliación con la pareja, el recuerdo de la infancia, etc., pueden provocar sentimientos melancólicos y con ello una “cuesta de enero” dolorosa.
[i] Christmas Depression, James Randolph Hillard, MD; John Buckman, MD JAMA. 1982;248(23):3175-3176
[ii] Duelo y Melancolía, S. Freud (1917)