El calendario vuelve a marcar un día, un mes. ¡Ese día!… donde el tiempo se perdió y la memoria parece intacta. En la mente aparecen miles de escenas y las emociones se agolpan en la garganta y en el pecho. La “pena oculta sale ese día a recorrer los senderos del alma para depositar una lágrima de recuerdo”.
Los recuerdos que se muestran en grandes oleadas, parecen batallones que imposibilitan asumir la realidad. ¡Se ha ido!, ya no se encuentra con vida… Y esto se acompaña de muchas emociones revueltas que son difíciles de digerir para volver a la estabilidad.
La muerte es un proceso tan natural y tan desconocido a la vez que cuando se vive con un ser amado, aquello que conocemos se vuelve tan extraño y ajeno. La negación protege a nuestro psiquismo del impactante shock… La vida según “dicen” debe de continuar… pero, ¿cómo?… si se siente que una parte de nosotros se quedó instalada y quebrada en aquél entonces, en ese día. Algún fragmento de vida, de corazón de los que quedan con vida se queda en ese momento de dolor y de pérdida, parece que se ha ido junto con aquel que murió. Los que quedan en vida experimentan un sentido de desorientación, están aún extrañados pues, ¿cómo es posible la vida sin Su presencia? Lo paradójico es que el ritmo de la vida con todos sus tenores, continua, aunque pareciera que nuestra vida se hubiese congelado “Ese día”…
El dolor
Al transcurrir los ciclos de día y noche, noche y día; se encuentra en algún momento enojado, enrabiado, cómo si el tinte doloroso se hubiese transformado en incandescente furia. ¿Por qué es que esa persona se fue?… y el doliente queda con tantas preguntas como si el que murió le hubiese abandonado… y preguntará: ¿Dónde estás?… pero sólo se escucha el silencio ensordecedor de su no respuesta. Cansado de buscarlo y enrabiado de no hallarlo… el doliente asume que Ya se ha ido, no está más, aunque se canse de buscarlo.
Al transcurrir el tiempo de tanto recordar y paladear los dulces momentos compartidos, al fin se esbosa una ligera sonrisa de tantas experiencias compartidas; y la mente, en su vaivén, de “Ese día” al día de hoy, de aquellos momentos al presente, plantea una rueda de negociaciones para volverlo a mirar, para volverlo a escuchar, para volverlo a oler, para volverlo a sentir, y la imaginación en ocasiones lo presenta en personas semejantes, en aromas que lo evocan y hasta en sueños reveladores, y por instantes la presencia se vuelve a sentir, de manera que reconforta contemplarlo dentro de uno mismo, con sus enseñanzas, sus consejos, su presencia internalizada.
Reencuentro con el sentido de la vida
Poco a poco, el doliente, a través de haber encontrado a su ser amado en su cotidiano vivir, encuentra nuevamente el sentido a su vida, aún con dolor, aún con añoranza, sin embargo, vuelve a retomar el aliento de vida para proseguir en su amplia experiencia.
Hay días en los que aun siente que “Ese día” aun no ha pasado, recuerda vívidamente lo que sucedió y parecería que no pasa el tiempo por “Ese día”… El doliente se da cuenta que aprende a vivir con esa experiencia y a la vez recuerda qué grata es la experiencia de la vida.
Reconoce paulatinamente las maravillosas enseñanzas y vivencias compartidas de forma que le alientan para querer seguir compartiendo con más seres queridos. Y si de alguna manera se siente dolido, recuerda cuán afortunado ha sido de compartir Vida. Esto es el camino de retorno a la más grande experiencia de amor al que se fue y al que se ha quedado, para continuar haciendo más abundante su experiencia de amor. Y de esta forma, dar sentido a la historia que ambos compartieron.
Si tiene alguna historia semejante, de haber perdido a un ser amado, le invito a CAPI para que elaboremos su duelo. Reconozcamos que el dolor sólo es una fase de éste y que compartiendo su experiencia se dará cuenta que, ¡es momento de regresar por completo a la magnífica experiencia de la vida!
Con profunda sensibilidad, honrando sus pérdidas.
Psicóloga Clínica egresada de la Facultad de Psicología de la UNAM. Titulada con mención honorífica, cursó un diplomado en Tanatología por el INMEXTAC. Tiene una especialidad en terapia psicocorporal por el Centro Yollocalli; así como experiencia en el abordaje de adicciones, trastornos de alimentación, depresión y codependencia en Avalon. Ha trabajado en investigaciones dentro del IMSS, el tema de violencia intrafamiliar y de pareja. Ha realizado acompañamiento institucional y privado con un equipo interdisciplinario con médicos psiquiatras, psicoanalistas y terapeutas de otras corrientes. Cursó además un seminario de pareja bajo un enfoque psicoanalítico. A la fecha se encuentra en estudios para la aplicación de técnicas de meditación para distintas afecciones o padecimientos.
Actualmente realiza talleres, da cursos y conferencias con diversos temas para estudiantes, padres de familia o personas que se encuentran en el desarrollo y equilibrio de sí mismos. Es especialista en la Clínica de Atención Psicológica Integral, CAPI.