Pero ¿por qué celebrar a la muerte?, ¿por qué es necesario tener un día especial para esperar a nuestros seres queridos que han partido?
Las tradiciones tienen una finalidad, estas ayudan a formar la estructura y la base de nuestras familias y nuestra sociedad; unen a las personas que forman parte de un grupo y les brindan una identidad y una seguridad.
Las tradiciones además de dar un sentido de unión, también aportan una identidad a un individuo, una manera de cómo entender, cómo explicarse las cosas o los fenómenos que pasan a su alrededor, sobre todo, aquellos que no tienen explicación como lo es la muerte.
Varios estudios indican que las tradiciones forman parte de todo, un mecanismo social que protege a los individuos del miedo, es decir, las personas creen y mantienen una tradición por seguridad y supervivencia, lo que explica porqué esta tradición de Día de Muertos es tan importante.
La primera es que nos permite tener una nueva visión de la muerte, al ser una fiesta nos da la oportunidad de verla como eso, como algo que celebrar, nos da la oportunidad de girar la visión de miedo a una visión de alegría, de gozo, todo lo opuesto a lo que pasa cuando un ser querido se muere.
Esta tradición da la oportunidad para agradecer a la muerte, ya que ella es la que hace que valoremos la vida, porque la muerte es la que la hace valiosa, ya que cuando la muerte está presente, reflexionamos sobre cómo se puede vivir de la mejor manera posible, qué podemos hacer para que nuestro caminar sea de la mejor manera y además, de una forma mucho más ligera y agradable.
Y en segundo lugar, nos da la oportunidad de reencontrarnos con todas esas personas que ya no están, da la oportunidad de mantener ese vínculo con esas personas que extrañamos. Esta tradición nos da la oportunidad de no olvidar, ya que la verdadera muerte es el olvido. Da la oportunidad de abrir la puerta a sentir que nuestro ser querido sigue con nosotros, de honrarlos.
Ayuda a disminuir la angustia que genera la pérdida de un ser querido, ya que en estas fechas se recuerdan con alegría, se recuerdan las experiencias positivas que se vivieron con esa persona y simbólicamente uno va reconciliándose con ellas, y aceptando su muerte. También ayuda a concluir con los pendientes que se quedaron con dicha persona, por ejemplo, un “te quiero”, un “te extraño”, que al ponerle una ofrenda, se vuelve la manera simbólica de decirlo.
Con este artículo quiero llevar a los lectores a que reflexionen sobre esta tradición, que estas fechas nos dan la oportunidad de pensar sobre cómo se puede vivir de manera que queden en nuestro corazón pocos resentimientos, de analizar sobre los momentos que se han perdido y tomar conciencia si aún se está a tiempo para recuperarlos, para que después no lo lamentemos.
En vida es el mejor momento para pedir perdón por los malos momentos y para perdonar a aquellos que nos han lastimado, pero sobre todo, es momento de agradecer. Agradecer por todo lo que se tiene y todo lo que no se tiene. Cerrar ciclos, y en vida, hacer y decir todo lo que se tiene que hacer y decir para no quedarnos con pendientes, porque después de la muerte ya no tiene tanto sentido.
Una de las lecciones que deja esta tradición basada en la pérdida, es darse cuenta del don que nos regala: la vida. Y que la vida se tiene que aprender a respetar y tomar consciencia de que este es un camino breve, preciado y frágil.