La adolescencia es una etapa que de alguna manera pone a prueba todos los recursos y también las limitaciones de una familia. La adolescencia es una especie de termómetro que mide a los padres de familia en diferentes aspectos: comunicación, congruencia, límites, tolerancia y creatividad, entre otros.
Durante mi experiencia profesional, he podido vivenciar y analizar, que el no cumplimiento de los roles dentro de la familia puede provocar caos, desorganización estructural y en algunos casos: patologías y (o) disfunciones individuales y familiares.
“Cuando el padre es padre y el hijo es hijo, cuando el hermano mayor desempeña su papel de hermano mayor, y el menor su papel de hermano menor, cuando el marido es realmente marido y la esposa es esposa, impera el orden”. Cito de manera textual este fragmento porque creo que puede ser útil para poder entender que cuando una familia presenta una disfunción o una crisis y llega al consultorio del terapeuta de familia, frecuentemente ocurre que los roles que tiene cada integrante no están siendo ocupados con fuerza.
Es por eso que presento 5 razones para ilustrar el por qué en una gran cantidad de casos, los adolescentes son la voz de los asuntos silenciados al interior de las familias.
Una de las características más importantes de la adolescencia es que es una etapa fundamental para la estructuración de la identidad. Es por eso que los adolescentes TIENEN que cuestionar lo que sucede a su alrededor, y su alrededor más próximo son sus padres.
El sentirse cuestionados puede ocasionar un desequilibrio importante en ellos y que crean que algo extraño o amenazante está sucediendo.
Una de las cosas que más cuesta trabajo a los seres humanos son los cambios, y la adolescencia es sinónimo de cambio. Cuando los hijos comienzan la adolescencia y se transforman sus necesidades, sus gustos y sus estados de ánimo, los padres (especialmente si no cuentan con información pertinente y suficiente al respecto) pueden llegar a pensar que el cambio es anormal o que algo están haciendo mal. Cuando por supuesto es parte de la etapa que enfrentan.
Decidí titular así este punto porque los adolescentes tienen la característica de decir todo lo que los padres no quieren. Como parte de esta etapa de rebeldía los adolescentes suelen volverse controversiales y hacer comentarios provocadores.
Ellos son los que se atreven a expresar lo que ocurre en su familia a pesar de que los adultos no lo hayan reconocido, aceptado o verbalizado.
Otro de los aspectos muy importantes a tomar en cuenta antes de señalar a nuestros adolescentes como “problemáticos” es considerar que los adultos somos su contexto. Es decir, si algo ocurre con ellos no tiene que ver con algo aislado sino que es un resultado de dinámicas que los hijos aprendieron desde que fueron pequeños y que es en la etapa de la adolescencia cuando detonan.
Algunas de las preocupaciones principales de los padres y madres de los adolescentes tiene que ver con los hábitos, las rutinas, el cumplimiento de reglas y la disciplina. No obstante, existe la posibilidad de que estos elementos no hayan sido transmitidos o instaurados de manera efectiva y que eso se manifieste justamente en la adolescencia. Es decir, que existan huecos que si bien se podían pasar por alto de niños de alguna manera, “brincan” cuando los hijos comienzan a crecer.
Desde la teoría de la terapia familiar La llamada “acción reciproca” entre los miembros de la familia se refiere a que como la familia es un sistema, las conductas de uno de los miembros repercuten directamente en la dinámica, interacciones y conducta de los demás. Todos estos conceptos remiten a la definición de: complementariedad, lo cual hace pensar que si el problema es mantenido y reforzado por todos los miembros de la familia, de la misma manera las alternativas de solución pueden ser elaboradas y ensambladas entre todos.
La terapia familiar es una alternativa excelente para diseñar un lenguaje común y un reglamento para todos los miembros que permita hacer sentir al adolescente en mayor congruencia y ese sentimiento de justicia que tanto necesita su cerebro para confiar en el mundo de los adultos.
Involucremonos más con ellos, escuchémosles, seamos flexibles ante sus cambios y aprendamos de ellos. Esas son algunas de las claves.