Muchas veces asociamos esta palabra como un elemento negativo que hay que evitar a toda costa, no obstante, es importante aclarar que lejos de esta visión pesimista que tenemos del estrés, muchas veces es necesario, digamos que es el empujón que necesitamos para lograr llevar a término aquello que nos está estresando, desde un oficio del trabajo, lograr hacer todas las cosas que nos propusimos en un día o entregar a tiempo un reporte de la escuela. A este tipo de estrés le denominamos eutrés; que es la forma sana de afrontar las exigencias de la vida.
Sin embargo, sabemos que no siempre llevamos un buen ánimo para resolver los problemas, ya que en ocasiones vivimos ciertas circunstancias que pensamos que nos rebasan y a su vez creemos que tenemos pocos elementos para resolverlas; comienza a surgir la angustia, falta de interés, sueño, desmotivación, irritabilidad, además de miedo por no poder tener la solución a nuestro conflicto. A este tipo de estrés le denominamos diestrés; que es el que solemos expresar cuando decimos: “El estrés me está consumiendo” o “Ya ni comer puedo por todo lo que tengo que hacer”.
Este tipo de estrés tiene un fuerte impacto en nuestra salud, físicamente podemos experimentar fuertes dolores de cabeza, malestares digestivos, palpitaciones y muchos más. En cuestiones cognitivas, se presenta dificultad para concentrarse, constante agotamiento mental y falta de motivación. Además, es la antesala al trastorno de ansiedad, a los transtornos alimentarios, del sueño, del estado de ánimo, entre otros.
Hay que tener mucho cuidado ya que no siempre vemos los signos tan claros, pero una forma de saber si se está manejando mal el estrés, es analizando si se presentan ganas de llorar repentinamente, si hay descuidos u olvidos más frecuentes o está la constante idea de huir de la situación. Si están presentes esas características, lo más recomendable es asistir a terapia.
Lamentablemente, el estrés cada vez es más común y la exigencia de un determinado modelo de vida nos lleva a sobre exigirnos más de la cuenta con tal de cumplir dichos ideales.
De manera natural, todas las personas respondemos a los estímulos del medio, cada cosa que pasa a nuestro alrededor puede ser lo suficientemente importante como para dedicarle parte de nuestra atención. Claramente no todos los estímulos son realmente importantes, algunos carecen de relevancia, otros apenas requieren que los percibamos y otros, si bien les atendemos, tampoco requieren un gran esfuerzo de nosotros. No obstante, hay muchos otros estímulos que requieren toda nuestra atención, un esfuerzo tanto físico como cognitivo para poder resolver una situación determinada. A este proceso le denominamos: estrés.