Es común que las personas estigmatizadas por su vida sexual acudan a la consulta sexológica (información, orientación, terapia) con un profundo introyecto psicológico: “Soy alguien que está enfermo(a) y necesito que me curen”.
Éste sería uno de los efectos de la medicalización/patologización de la vida sexual: la persona tendrá un autoconcepto que incluye poseer anomalía, desviación, enfermedad o perversión, la persona que se sabe sexualmente desviada o con esta etiqueta, desgasta mucha energía en encubrir el modo particular de vivir su sexualidad, cancelando porciones importantes de su personalidad y experiencias.
Además, quienes rodean a la persona estigmatizada por su sexualidad, reaccionan con emociones contradictorias, tales como miedo (por temor a la “contaminación” cuando se convive con alguien diferente), repulsión (porque se le atribuye a ese sujeto nocividad social), lástima (dado que el individuo tiene defectos y no es del todo humano) y deseos de que se le excluya, se le segregue del grupo social.
La sexología existencial-humanista, se centra en las necesidades de la persona, no incluye al individuo en psicopatologías, más bien se da cuenta de las distintas formas de vivir el fenómeno sexual a partir de la transculturalidad.
La sexología existencial-humanista posee dos grandes vertientes que le dan sustento: la tradición sexológica de aceptación y respeto a la diversidad sexual (con un modelo centrado en las necesidades de la persona, no directivo y no patologizante o que etiqueta a las personas como enfermas) y el movimiento del potencial humano. La sexología existencial-humanista se caracteriza por:
Cuando hablamos de disfunciones de la vida erótica, se hace referencia a la disminución del deseo sexual, falta de orgasmo, lo cual responde satisfactoriamente a la psicoterapia sexual integral. También las alteraciones de la excitación, el dolor antes, durante o después del coito, la contracción involuntaria de la vagina, la disfunción eréctil, falta de lubricación, eyaculación precoz, inhibición eyaculatoria o retardada; tienen buena respuesta a la intervención profesional.
Cada proceso terapéutico es específico para cada persona e individual, de acuerdo a sus necesidades. La psicoterapia sexual integral incluye a los dos miembros de la pareja en un proceso dinámico e interactivo; si la persona no tiene pareja o carece de pareja estable, la terapia se instituye de forma individual. Es fundamental la creación de un clima de seguridad y confianza emocionales que le permitan a las personas autoconocerse, explorarse emocional y corporalmente y resignificar su erotismo, la terapia sexual incluye experiencias eróticas enriquecidas (ejercicios específicos) que propician la restauración de una respuesta sexual plena e integrada.
La aplicación de dichos principios, sumados a las técnicas para cada disfunción, favorece que las mujeres y hombres construyan una nueva sexualidad y encuentren nuevos caminos que les conduzcan a contactar con su placer erótico.